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Nosotros ya no somos los mismos

Retaquemos las urnas

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▲ Impresión de las boletas electorales que usarán el próximo domingo en la capital de la República, en los Talleres Gráficos de México, el 14 de mayo pasado.Foto : José Antonio López
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n lugar común, muy común, es decir que el oficio más antiguo del mundo es la prostitución o, séase, la relación sexual que se realiza merced al intercambio de bienes o servicios. No conozco qué referencias sobre este asunto existan en la Torá, ni en el Tanaj judío, ni siquiera en el Génesis, capítulo inicial del Antiguo Testamento. En ninguno de estos libros sacros encontré datos que me ilustraran sobre esta afirmación. Sí puedo asegurar que la prostitución, actividad generalmente considerada pecado, a veces delito y en ocasiones, lugares y circunstancias, simplemente una falta a la moral o buenas costumbres, no está dentro de la primera nómina de las transgresiones imputables a los dos o tres seres humanos que asistían al avant premiere del planeta. La prostitución no es ni siquiera una de las conductas calificadas en los inicios como punibles. Y es muy entendible: la prostitución exige y, exigía sobre todo entonces, cierto mínimo de personas que, obviamente, no se daba fácilmente en esos tiempos (¡éramos tan poquitos!). La intimidad, la discrecionalidad, elementos básicos para el ejercicio de este novedoso e inaugural comportamiento humano, no eran fácilmente garantizables, en aquellos ayeres. Por eso es comprensible que esta actividad no fuera, en sus inicios, muy extendida ni tan redituable como en los años por venir (consultar vidas de primeras damas, último tomo, por ejemplo). Pues el tema de la columneta era precisamente platicar sobre el comercio sexual, forma de sobrevivencia de miles de personas. Resultaría torpe no considerarla dentro de una visión holística del problema. Pasando las elecciones y sus consecuencias (¿pasarán tan pronto como para poder comentarlo?), platicaremos ampliamente.

Cherchez la femme es, seguramente, uno de los adagios de origen francés más conocido y repetido en el mundo. Su expresión original está datada en la novela de Alexander Dumas (padre) Los mohicanos de París (1854). Cobra, sin embargo, popularidad merced a la adaptación de la misma que, 10 años después, se convierte en una exitosa obra teatral. La explicación del famoso dicho, que ha llegado hasta nuestros días, lo da el autor mediante uno de sus personajes: el inspector que dice: Hay una mujer en todos los casos. Tan pronto me traen un expediente, digo: ¡Busquen a la mujer! (Muchos años después, Simone de Beauvoir, respondió: El problema de la mujer siempre ha sido un problema de hombres. Viene a cuento porque no hay mejor camino para identificar al responsable de todo crimen, que buscar al beneficiario, del mismo. ¿A quién beneficia el delito? ¿Cuál es el objetivo, la ganancia que persigue la criminalidad que estamos padeciendo en esta etapa prelectoral y su difusión desmesurada? La búsqueda no se agota en los sicarios analfabetos, archilumpen del ejército industrial de reserva, ni en los jefes de personal, de vigilancia y seguridad, en los capataces, los directores de servicios administrativos. ¿Qué tal en los hombres X? Lo que pase este día 6, tiene consecuencias y responsables. Pero, en mi opinión: pese a mil errores, equivocaciones, titubeos, el pueblo, carente de miles de cosas tiene, eso sí: memoria, conciencia y unos impulsos… El objetivo es claro: que el pueblo no vote. Venga la respuesta: Retaquemos las urnas.

Esta semana tengo que tomar una decisión electoral: debo emitir mi sufragio por el candidato que considere más indicado para ser alcalde de Álvaro Obregón. Desgracia total: los dos ciudadanos más bien posicionados para alcanzar el puesto no reúnen, juntos, el mínimo de honorabilidad y decencia que debería exigirse para el más modesto empleo en la alcaldía mencionada. Se trata de un sujeto llamado Eduardo Santillán, que ya ocupó este cargo y cuyo desempeño y el de diputado, le permitió a su contrincante (y muy semejante), doña Lía Limón, exhibirlo como un dignísimo miembro de esa runfla internacional de facinerosos que asolaron territorios tan distantes como: Chicago/Coyoacán: Capone/Toledo. Iztapalapa/Indiana: Frank Nitti/Valencia. Obregón/Luna/Dillinger. A.Obregón/Leticia Robles/Bonnie Parker (señora de Cly).

Por la otra parte está doña Lía, una de las más reconocidas reinas del equilibrismo y el trapecio en México, siendo más joven, pienso que desplazó a don Demetrio en el arte del birlibirloque ideológico, político, electoral: ninguno tiene camiseta aborrecida. Tengo entendido que juntos presiden el club internacional Groucho Marx, cuyo lema es por demás conocido: Estos son mis principios. Si no les gustan, tengo otros. Según algunos folletines especializados en estos temas, doña Lía superó ya a la mundialmente conocida españolita Pinito de Oro, quien hacía todas sus acrobacias circences sentada en una silla. Silla, la del poder, que doña Lía se niega a abandonar así tenga que cambiar permanentemente de colores, emblemas y principios. ¡Cómo me costó!, por recuerdos y viejos afectos a la ilustre maestra y académica, la señora Lía García, hacer estas referencias. Por fortuna tengo siete días (menos de los que el maestro Manzanero imaginara para una semana), y proceder en consecuencia. Salir a votar el día 6 es derecho, obligación e instinto de conservación.

Twitter: @ortiztejeda