Cultura
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Isagoge
S

i este texto
hubiere de surgir
con el consabido dramatis personae,
tendría que mencionar antes que nada
el DESTINO , timonel del tiempo,
Cronos, el que todo lo ve
–como señala el divino Sófocles–
cuyos pies enarenados por la pasión del viaje,
calzan el reposo, cuando lo vive,
sólo como el andén de nuevos ires y venires; segundo actor
LIBRE ALBEDRÍO,
al horno demandante del pulmón. ¿Comparsa?
o sólo actor secundario
nada contra corriente.

Pero, ojo con ello,
no hay que confundir el destino
con la fatalidad
(o lo probable, clímax de lo posible,
con el ni modo,
esa canción guerrera de lo ineludible),
ya que mientras el primero
tiene vasos-de-vino comunicantes
con la libertad,
la segunda es una viajera que,
antes de iniciar su jornada
a lo largo y a lo ancho de la historia,
dicta sentencia de muerte
contra toda conducta que intentase
prender el motor,
pisar el manantial del escurrirse
y tomar a dos manos el volante
del libérrimo actuar del motu proprio.
La fatalidad es un ventarrón invisible
que mueve a los homúnculos
–deletreando,
una a una,
las sílabas que forman
la palabra inexorable–
en dirección al designio.
No hay vuelta de hoja.
Lo fortuito, al mirarla, se sale del trayecto,
aúlla su impotencia
–sabe de la agonía del arbitrio–
y se lame las heridas.

Foto
▲ Poema incluido en Los colmillos del dragón, último libro de poesía de González Rojo Arthur, con el que se mostraba muy entusiasmado y cuya publicación prepara el FCE, relató Taibo II. La editorial calcula que en un par de meses se inicie la circulación del texto, el cual no constituye una galería de historias y sucesos envejecidos, enclaustrados en su gloriosa e infecunda antigüedad, sino que resultan actuales. En la imagen, González Rojo Arthur en un recital poético en la Feria del Libro organizada por la Secretaría de Cultura de la Ciudad de México en 2008.Foto archivo La Jornada

***

Importante es tener en cuenta
el árbol familiar en miniatura,
el bonsái genealógico de la saga de Cadmo
para no perdernos
en la compleja historia
donde la reencarnación
no es carrera de relevo de las almas,
sino de los más feroces aspectos del destino
o una transmigración en que las maldiciones
se cumplen con la seguridad
con que el tiempo,
feligrés de la puntualidad,
jamás se retrasa,
nunca es prematuro y realiza su encomienda:

❖ Cadmo, fenicio,
hijo de Telefasa y Agenor
y hermano de Europa
(a la que, por órdenes de su padre,
vino a buscar a Grecia).
❖ También esposo de Harmonía (o Ermione)
y padre de Semele, Ágave, Autónoe, Ino, Polidoro.
❖ Penteo, hijo de Ágave y nieto de Cadmo.
❖ Polidoro y Nicteis, padres de Lábdaco.
❖ Lábdaco, progenitor de Layo.
❖ Layo y Yocasta, padres de Edipo.
❖ Yocasta y Edipo, padres de Polinices,
Eteocles, Antígona e Ismene.
❖ Creonte, hijo de Meneceo
(o Megareo), hermano de Yocasta,
esposo de Eurídice y padre de Meneceo y de Hemón.