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Disquero
La biografía del alma de Glenn Gould
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▲ Glenn Gould a los 13 años con su perro Nicky.Foto Wikimedia Commons
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▲ Portada de Romance en tres patas. Foto Cortesía de la Editorial Universidad Veracruzana
 
Periódico La Jornada
Sábado 20 de febrero de 2021, p. a12

Hay libros cuya lectura nos permite escuchar, aún mejor, música que ya conocíamos. O creíamos conocer.

Romance en tres patas, de Katie Hafner, novedad en México de Elefanta Editorial en coedición con la Universidad Veracruzana, es uno de esos libros.

Es la biografía del piano de Glenn Gould. Y a partir de esa premisa tenemos también la biografía del pianista canadiense pero de manera enriquecida, amena, plena de suspense, bien narrada y estupendamente escrita.

Para decirlo de una vez: quienes nos preciábamos de expertos en Glenn Gould, vemos caer uno a uno los mitos, las leyendas, los supuestos.

Katie Hafner es reportera. Ha escrito libros sobre ciencia, salud y otros temas. Trabajó una década en la redacción de The New York Times. El título original de su libro es: A Romance on Three Legs: Glenn Gould’s Obssesive Quest for the Perfect Piano.

La estupenda traducción de Pablo Chemor Nieto conserva la primera parte del título original: Romance en tres patas. El título fue lo único que no me gustó del libro, lo demás es extraordinariamente recomendable. Lo sugiero con júbilo. Y bueno, no es culpa del traductor, así se titula el original. No podría ser Romance en tres piernas (Romance on Three Legs) porque en español el piano no tiene piernas, sino patas, además de que es muy largo el título primitivo: La obsesiva búsqueda de Glenn Gould en pos del piano perfecto.

Los libros sobre música escritos por reporteros suelen ser los mejores, porque mientras los musicólogos se estancan en su lenguaje técnico: que si el do menor, que si el fa sostenido, los reporteros nos concentramos en lo que en jerga periodística llamamos la carnita: el meollo, lo sabroso, lo que fascina.

A los reporteros nos encanta contar historias. A diferencia de los novelistas y todos los escritores de ficción, nosotros debemos dedicar meses enteros a investigar cada detalle, llenar libretas enteras de apuntes, muchos de ellos que jamás usaremos pero funcionan como sistema cognitivo; ir a las fuentes originales. Un minuto de inspiración en un escritor de ficción equivale a meses de investigación de un reportero.

Los resultados que nos ofrece la reportera Katie Hafner en su magnífico libro Romance en tres patas son fascinantes. Al igual que otros libros de música de reporteros que hemos recomendado aquí en años anteriores, ella divide sus capítulos en una ordenación narrativa equivalente a un reportaje periodístico o a una nota informativa.

Una nota informativa es al periodismo lo que la forma sonata a la música.

Volvemos hoy a recomendar: Apuntes para una historia natural del piano, de Stuart Isacoff, quien escribe para The Wall Street Journal y The New York Times, publicado en México por Editorial Turner, y Las suites para violonchelo solo: en busca de Pau Casals. J.S.Bach y una obra maestra, del reportero canadiense Eric Siblin, también de Editorial Turner.

El libro que hoy nos ocupa ofrece una versión fidedigna de ese genio que tantos amamos: Glenn Gould. Luego de leer esta obra, escuchamos sus discos con mayor ahínco, emoción y conocimiento de causa. De manera que el Disquero de hoy es una recomendación de todos los discos de Glenn Gould, en la forma de una reseña de libro: Romance en tres patas.

Katie Hafner ofrece a detalle la biografía de Glenn Gould con datos diferentes a los del imaginario popular, así como la biografía del piano que lo acompañó en la grabación de todos sus discos.

Un ejemplo de su prosa: cuando describe la fascinación que profesamos multitudes ante Glenn Gould, dice: Hay algo del silencio antes y después de cada nota, de la riqueza de las diferentes voces, que cautivó la imaginación e hizo que los escuchas sintieran sus vidas más profundas, mejores.

Un capítulo apasionante es la historia de los pianos Steinway, desde 1836 a la fecha, oficio desarrollado por generaciones de artesanos, con escenas tan hermosas como cuando un técnico en la fábrica llora al desarmar un piano y encontrar en un rincón la firma de su abuelo, pues es costumbre que quienes participan en la fabricación de un piano, que dura años, estampen su firma en lugares no visibles.

Capítulo nodal, el dedicado a Charles Verne Edqvist, afinador ciego, como las varias generaciones de afinadores ciegos, los mejores, y su relación fraternal y de por vida con Glenn Gould, cuyo par de pianos afinó de por vida, uno diminuto de pared y otro monumental, Steinway, y las discusiones que alcanzan lo poético y lo metafísico en cuanto hablan del sonido que es posible o no extraer de un piano.

Glenn Gould tenía mejor comunicación con los animales que con los humanos. Era hipersensible. Su mayor sueño consistía en crear una reserva de animales viejos, lastimados y callejeros en la isla Manitoulin, en el norte de su natal Toronto, donde quería pasar su vejez, rodeado de animales.

Pero nadie esperaba que su vida terminaría repentinamente, a los 50 años, de un fulminante paro cardiaco, dejando todo pendiente, sin terminar. La apertura de las cajas que contenían sus pertenencias es el inicio del libro, descripción que nos hace pensar en qué pasaría si muriéramos en este instante, y las interpretaciones que se haría de los objetos que dejamos así nada más, de nuestra vida cotidiana.

Los millares de notas de bloc hechas a mano, sus ropas arrugadas, bufandas, guantes y abrigos de lana que usaba en pleno verano y su silla pigmea –que conocemos por sus grabaciones porque cruje– fueron a dar a museos, como historias no terminadas.

El rigor periodístico de Katie Hafner es ejemplar. Por ejemplo, responde a las habladurías y mitos acerca de la sexualidad y la vida amorosa de Glenn Gould, de quien no se sabía nada a ciencia cierta hasta que ella, como reportera, buscó respetuosamente al amor de la vida de Glenn Gould, quien, al observar el comportamiento ético de la periodista, le reveló la noble historia de amor.

A propósito de la decisión histórica de Glenn Gould de retirarse de la vida pública cuando tenía 31 años –se recluyó en el estudio de grabación, que hizo su casa–, sabíamos de su visión profética de que el gran público de la música de concierto está en los discos y no solamente en las salas de concierto, pero ahora sabemos, gracias a la investigación de Hafner, que también contaron en esa decisión los inconvenientes que constituyen hoy día la queja eterna de grandes celebridades de la música, como el aislamiento y tortura de aeropuerto, hotel, sala de concierto, hotel, aeropuerto, y nos enteramos de que también contaron las razones que a muchos nos asisten con el comportamiento salvaje y esnobista de quienes asisten a las salas de concierto a toser, hacer sonar sus celulares, gritar estrepitosos cuando la obra no ha terminado, pues el director de orquesta no ha bajado aún las manos.

El silencio, el valor del silencio, es el gran valor de la música, leemos en este libro, en la sabiduría de Glenn Gould, exquisitamente documentada por la reportera Katie Hafner, cuya elegancia le permite tirar un guante blanco para derrumbar otro mito, mientras los iracundos hacían rabietas porque se sentían invadidos en el territorio en el que se consideraban dueños y expertos: La discusión sobre la posibilidad de que Gould hubiera tenido Asperger persistió durante varios borradores del libro. Pero al final, decidí que un diagnóstico póstumo, realizado por gente sin entrenamiento médico, era simplemente injusto.

He aquí una cátedra de periodismo, de escritura, del arte de la biografía, del exquisito aroma de los buenos textos sobre música.

Gran, gran romance.

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