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Transición energética: la cuarta
E

stimaciones oficiales muestran un mundo que anualmente consume 27 mil teravatios-hora (TWh) de electricidad. Sí, 27 mil miles de millones de kilovatios-hora (kWh). Quizá poco más por el fluido eléctrico generado por el propio consumidor y que no ingresa a las redes de transmisión o distribución.

Pues bien, si al total de esa energía consumida restamos usos propios de generación, pérdidas de transmisión y distribución, y los famosos usos ilícitos, llegamos a los números de facturación de electricidad. Ya profundizaremos en ello. Acerquémonos hoy al significado de ese volumen anual de consumo mundial de electricidad. Lo primero –sorprendente– es que apenas cubre 20 por ciento de los requerimientos de energía final. ¿Por qué? Por la mezcla de participaciones: 24 por ciento del total de energía requerida por hogares y viviendas; 50 por ciento en servicios públicos, por alumbrado, bombeo de aguas potables y negras, iluminación y alimentación de aparatos y equipos en edificios; poco menos de 30 por ciento en la industria, también un poco menos de 30 por ciento en la agricultura, básicamente por el bombeo de aguas de riego y otros usos finales en agroindustrias y menos de 2 por ciento en el transporte de personas y bienes, lamentablemente.

De ahí que el promedio general no supera 20 por ciento. Éste es, sin duda, el talón de Aquiles en la energía consumida en el mundo, la baja electrificación del transporte. Y exige mucha atención. Por la ineficiencia del transporte actual, altamente contaminante (un tercio del total de emisiones) y muy costoso por la concentración individual y el rezago en transporte colectivo.

Algunos datos nacionales. En 2020 nosotros consumimos como 335 TWh. Cerca de 315 TWh ingresaron a las redes nacionales de transmisión y generales de distribución. Poco más de 20 TWh fueron autoabastecidos localmente, generados y consumidos sin ingresar a estas redes. En particular, Pemex tiene una importante cuota del autoabasto local. También algunas grandes empresas mineras, de celulosa y papel, de fundición de hierro y acero, cementeras, del vidrio y químicas. Pero nuestro consumo de electricidad es, apenas, de poco más de uno por ciento del consumo mundial y apenas satisface 20 por ciento de nuestra energía final. Realmente poco.

Nuestros vecinos del norte consumen hoy cerca de 4 mil 400 TWh al año, casi 20 por ciento del total mundial. China e India, a su vez, 7 mil 500 y mil 500 TWh en 2020. Son volúmenes sorprendentes, considerando que la población de China y la población de India son similares, aproximadamente mil 400 millones de habitantes. Asimismo, sorprenden nuestros vecinos. Con 335 millones de habitantes consumen tres veces la electricidad de India que tiene –como muestran los números– cuatro veces los habitantes de Estados Unidos. Todo esto para decir algo más.

Es cierto que electrificar es una consigna no sólo para ganar eficiencia, sino para abatir gases de efecto invernadero y disminuir costos. Pero, esto depende de la disponibilidad de tecnología eficiente. En producción, transmisión y distribución, así como en consumo.

Pero también de la disponibilidad de recursos limpios y renovables. Y a menor costo respecto de los combustibles fósiles. ¿Por qué todo esto? Porque la electrificación creciente debe ser integralmente benéfica y virtuosa. Y, sin duda, crecer más rápidamente que todas las demás formas de energía. ¡Gran reto! De veras.