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El consumo energético estadunidense 2020
E

n el Observatorio Ciudadano de la Energía (www.energia.org.mx) nos hemos dado la tarea –entre otras orientadas a imaginar el largo plazo– de revisar algunos números relevantes sobre el balance energético de los Estados Unidos. Nos impacta enormemente. ¿Cuántos números? Pocos. Acaso los suficientes para comprender el drama energético y ambiental de nuestros vecinos. Y, sin duda, el nuestro.

Baste mencionar que el consumo anual de energía primaria en Estados Unidos es equivalente a cerca de 45 millones de barriles de petróleo diarios. Nosotros casi 4 millones, también de barriles equivalentes de petróleo al día. Aunque este año se estima un descenso del orden de 8 por ciento para ellos y, cerca de 10 por ciento para nosotros. Lo veremos en su momento.

Bueno, pues de este equivalente de cerca de 45 millones de barriles diarios, 37 por ciento es petróleo, 34 por ciento es gas natural y 11 por ciento es carbón. Es decir, las fósiles altamente contaminantes concentran 82 por ciento. Además, 70 por ciento del petróleo va al transporte, para satisfacer 91 de los requerimientos de energía.

Con su consumo primario cotidiano, nuestros vecinos concentran casi la quinta parte de la energía primaria consumida en el mundo. Y por esa dramática estructura altamente fósil, también concentran casi la quinta parte de las emisiones de gases de efecto invernadero. No es consuelo –de veras que no– citar los números de China y de la India. Requieren, respectivamente, 24 y seis por ciento de la energía consumida en el mundo. Y por la alta concentración de fósiles en su balance primario –85 y 90 por ciento, respectivamente– son responsables de poco más de la tercera parte de las emisiones de gases de efecto invernadero en el mundo. Tremendo problema.

Para el caso de nuestros vecinos, los especialistas del próximo gobierno trabajan en perspectiva –parecen ser las ideas del parsimonioso Biden y de la notable Harris– de un programa de gobierno para cuatro años, pero con visión de 25 o 30. Y es que parece ser que empiezan a imaginar una alternativa de coordinación gubernamental de 16 años. ¿Se imagina usted?

Consideran, sin duda, un próximo presidente de 78 años y una vicepresidenta de 56. ¿Será? Esto los obliga a diseñar una estrategia que considera el corto plazo en perspectiva, una estrategia en la que –aseguran– John Kerry es persona relevante para respaldar esta visión y recuperar la presencia estadunidense en los acuerdos de cambio climático de París. Sí, los que entraron en vigor el 4 de noviembre del 2016 y cuyas reglas indican que un país miembro sólo puede retirarse tres años después de avisarlo.

En este contexto, el presidente Donald Trump anunció su retiro en junio del 2017 y el plazo formal –dados los protocolos y formalidades del acuerdo– le permitió hacerlo justamente el miércoles 4 de noviembre, un día después de las elecciones estadunidenses. ¡Paradojas de la vida!

El nuevo gobierno –como lo han expresado sus voceros– regresará al Acuerdo de París y trabajará para modificar la estructura de las actuales fuentes de energía primaria. Pretendería –también aseguran– que 19 por ciento de las renovables en el balance de energía primaria utilizada se convierta en no menos de un 30 o 40 por ciento para el 2050. Así lo ven, y no está mal, con todos los asegunes que podemos identificar. De veras.