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Relatos del ombligo

La Ciudadela y su pátina

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al vez el recuerdo de la Decena Trágica y la sangre entonces derramada, o del tochito en el que se calentaron los ánimos entre Los Ardillos y Los Ciudadelos, dando inicio a la trifulca entre estudiantes de las vocacionales 2 y 5 del Politécnico que derivó en la represión policial que dio pie al movimiento estudiantil del 68, o de plano los montones de basura que evidencian el estado de abandono que sufre la Ciudadela sean algunos de los motivos por los que ésta plaza, a pesar de su enorme atractivo, no es uno de los sitios comunes de paseo en el centro de la Ciudad de México. O yo le pregunto: ¿cuándo fue la última vez que la visitó?

La historia de este complejo arquitectónico se remonta a finales del siglo XVIII, cuando se llevaron a cabo distintos proyectos para que se construyera el edificio de la Real Fábrica de Tabacos de la Nueva España. La idea original fue del virrey Antonio de Bucareli, quien no pudo ver culminado el proyecto debido a una serie de obstáculos burocráticos derivados de todo tipo de intereses –porque en aquel entonces también se cocían habas– que respondían, como suele suceder, a negocios e intereses particulares. En este caso la producción y venta de tabaco.

Para construir la fábrica primero fueron llamados –por separado– los ingenieros militares Miguel Constanzó y Manuel Mascaró, pero sus planeaciones fueron desechadas, al igual que las presentadas por el destacado arquitecto madrileño Antonio González Velázquez, primer director de arquitectura de la Academia de San Carlos, quien tampoco tuvo éxito en su intento por llevar a cabo el proyecto de esta obra que finalmente culminó en 1807 a manos de Ignacio Costera, quien también realizó, entre otras, la obra del Antiguo Colegio de la Enseñanza que es actualmente sede del Colegio Nacional.

Tras la Conquista de México, los españoles fueron adquiriendo la afición de consumir tabaco, práctica añeja en la población indígena, pues se sabe que, al menos desde hace mil años, en el sureste de México ya se echaba humo, e incluso que el nombre cigarro proviene del maya sik’ar, que en aquel idioma significa fumar. Para los europeos, haberse encontrado con el tabaco resultó un descubrimiento placentero que se convirtió en hábito, por lo que construir un edificio para alojar ahí una fábrica de puros y cigarros en la Ciudad de México no era asunto menor, por ello el empeño y la dispersión de recursos para lograrlo: la venta de tabaco generaba tantos ingresos a la corona española que la siembra de la planta y la producción y comercialización de puros y cigarros se monopolizaron.

La medida aplicada por la corona española causó diversos conflictos debido a la afectación económica de quienes vivían de la producción de cigarros y puros, y tuvieron que cerrar sus negocios para emplearse en la Fábrica de Tabacos con un horario fijo y, por supuesto, menores ganancias de las que estaban acostumbrados. No faltaron protestas que, a pesar de haber llegado al palacio virreinal, no lograron acabar con el estanco o monopolio debido a que las autoridades no estaban dispuestas a dejar de percibir las jugosas sumas de dinero que, como sucede en la actualidad, generaban la venta de cigarros.

Una vez construida la fábrica poco tiempo duró como tal. Con el movimiento independentista el nuevo complejo arquitectónico fue utilizado para algo distinto; funcionó como cuartel, cárcel o depósito de armas, y el edificio y su plaza comenzaron a ser llamados con el nombre que hoy los conocemos: la Ciudadela, que, cabe mencionar, no es el oficial, sino Jardín Morelos, en honor al héroe de la patria que, justo ahí, estuvo preso antes de ser fusilado en Ecatepec.

Una vez que la independencia fue consumada, Guadalupe Victoria decidió que la Ciudadela continuara siendo cuartel y depósito de armas, por lo que Vicente Guerrero le hizo modificaciones para que sus muros fueran más de instalación militar que de fábrica. Posteriormente funcionó como hospital, laboratorio y almacén, pero la historia le tenía todavía sucesos reservados: entre el 9 y el 19 de febrero de 1913 un complicado momento en la historia de México tuvo como uno de sus escenarios a la Plaza de la Ciudadela, se trató de la Decena Trágica, periodo de 10 días que dio pie para que intereses extranjeros, y reaccionarios nacionales, terminaran con el gobierno democrático de Francisco I. Madero.

En su próxima visita al Centro Histórico le recomiendo salir a pie de la Alameda Central y tomar avenida Juárez en dirección a Reforma, lo que le llevará a topar con la avenida Balderas, donde, si dobla a la izquierda y recorre cuatro cuadras, llegará a la Plaza de la Ciudadela, sitio que ofrece, además de un mercado de artesanías y la Biblioteca de México, un magnífico espacio que ha sido escenario de distintos sucesos de gran importancia en la historia de nuestro país, incluida la Revolución Mexicana, cuya conmemoración, a 110 años de haber iniciado, celebraremos en cinco días. Razones más que suficientes para que se le dé un mejor cuidado a la Ciudadela.