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Desde otras ciudades

Siete décadas en el noble oficio de la peluquería terminaron en Roma por el coronavirus

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▲En muchas ciudades italianas la gente ha protestado porque mientras en unas zonas se han tomado medidas muy severas, en otras no lo son tanto. En la península la primera ola de coronavirus causó miles de muertos.Foto Afp
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n casi siete décadas en el negocio de la barbería, Luigi Pinzo ha visto a Italia atravesar épocas malas: desde innumerables recesiones hasta asesinatos políticos, pero fue necesario que llegara el coronavirus este año para obligarlo a colgar las tijeras.

Pinzo tiene 80 años. Comenzó a trabajar en una peluquería cuando tenía 12, barriendo los pisos y cepillando las chaquetas de los clientes antes abrir su propio negocio en un barrio acomodado de Roma, en 1977.

Con una lista de clientes leales, el negocio de Pinzo prosperaba hasta febrero pasado; desde entonces, el Covid-19 mantuvo alejados a sus clientes por miedo al contagio.

La gente se queda en casa y estoy trabajando mucho menos, luego está el miedo. Dada mi edad me preocupa que pueda contraer este virus en cualquier momento, dijo Pinzo, vistiendo su chaqueta verde lima característica. Es triste, pero así es, agregó.

La asociación empresarial Confcommercio estima que hasta 40 por ciento de los negocios en Roma se han visto obligados a cerrar a causa de la pandemia, lo que ha dejado las calles salpicadas de vidrieras vacías.

El pequeño negocio de Pinzo, llamado Luigi, sufrió el golpe final el 31 de octubre. Antes de eso, la barbería apenas había cambiado a lo largo de las décadas en las que ha lucido tres sillas de cuero pulido y una colección de colonias guardadas en una vitrina de vidrio.

En su local este experimentado peluquero exhibe orgulloso en la pared un certificado entregado por el presidente de Italia en 1993, el cual declara a Pinzo Caballero de la República, en reconocimiento a su larga y exitosa carrera, uno de los más altos honores otorgados por el Estado.

No conozco a ningún otro barbero en Roma que se haya mantenido como yo durante 68 años, dijo Pinzo, quien comenzó a trabajar de niño en el centro de Italia antes de mudarse a Roma, cuando tenía 16 años. Siempre fui muy ambicioso, siempre estaba buscando mejorar.

Pero los tiempos han cambiado y para él la profesión ha perdido su alma. Dice que los peluqueros de ahora hacen el trabajo –que solía hacerse con mucha pasión– de forma mecánica. Cuando llega un cliente hay que estudiarlo, ver cómo se viste, cómo está y luego hacer el corte de pelo adecuado para él. Es un arte, pero se está extinguiendo.

Reuters