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Con la cinta El gran Fellove, busco reivindicar el filin, no lo que nos venden como bolero, afirma Matt Dillon

Se estrenó anoche en Morelia

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▲ El músico cubano y el cineasta.Foto cortesía de la producción
Especial para La Jornada
Periódico La Jornada
Viernes 30 de octubre de 2020, p. 6

En la década de los años 50, durante una estancia en La Habana, Germán Valdés Tin Tan acudió a un centro nocturno junto con un par de amigos, el actor Jorge Zamora Montalvo Zamorita y el cantante Luis Orlando Beltrán Dandy, pero el portero le informó, con supina claridad, que el cómico mexicano podía ingresar sin problemas pero de ninguna manera eran admitidos sus acompañantes cubanos porque eran negros.

La respuesta del mexicano fue furibunda. Luego de largos reclamos, abandonó el lugar, airado, e invitó a sus camaradas a trabajar a la Ciudad de México; les prometió un trato de respeto e igualdad y el estatus que merecían como artistas, un viaje al que añadieron a la cantante Sylvia Cuesta. Este gran éxodo de artistas isleños para trabajar en la radio, la televisión, los clubes nocturnos y la industria discográfica mexicanas, una anécdota que Beltrán relató al actor neoyorquino Matt Dillon, apasionado de la música de son afromestizo y caribeña, aunque no tuvo oportunidad de incluirla en su segundo largometraje, El gran Fellove (México-Cuba-Estados Unidos, 2020).

“Desafortunadamente, ya no pude abordar la figura de Tin Tan, que ayudó a que tantos cubanos llegaran a México. No diría que en Cuba los trataban peor que en Estados Unidos, con tal grado de racismo, pero existía esta problemática”, explicó el histrión, nominado al Óscar por Alto impacto (Crash, 2004).

Un emigrado vuelto grande

Lo mismo ocurrió con el cantante y compositor habanero Francisco Fellove Valdés (1923-2013), que batalló arduamente para impulsar su carrera artística en Cuba, pese a ser autor de un éxito total como Mango Mangüé. A su llegada a la Ciudad de México, en 1955, fue contratado por el más importante productor y director artístico de la época, Mariano Rivera Conde, “un enorme cazatalentos para la RCA Victor y quien lo bautizó con el seudónimo artístico de El gran Fellove. Eso lo dejaba claro cada que tocábamos el tema”, señaló el director de La ciudad de las sombras (City of Ghosts, 2003).

También trabajó junto al compositor y guitarrista de filin José Antonio Méndez y con el Conjunto Batamba, virtuoso sexteto en el que participaba el percusionista Carlos Daniel Navarro Lobo. En los años 50, en la Ciudad de México se propiciaba la mezcla de una gran diversidad de músicos y un magnífico punto de reunión para todos estos grandes artistas latinoamericanos, señaló en entrevista.

El coleccionista y especialista de música latina Brendan Flannery presentó a Dillon con Fellove, y éste, a su vez, envió su música al compositor y arreglista californiano Joey Altruda, quien se convenció de producirle un disco al cantante de 77 años , aunque no había visitado un estudio en 20 años. Así, en 1999, reunieron un combo para realizar el volumen que planea lanzarse el año siguiente, 21 años después, y convenció al actor de realizar un documental a la par.

El proyecto estuvo plagado de sorpresas insospechadas, como la visita a los estudios Peerles, de Celio González, antiguo miembro de La Sonora Matancera, para ver a su hijo, el timbalero Celio González Jr., durante las sesiones de grabación en que participó el trompetista Alfredo Chocolate Armenteros. De inmediato notó que la voz de Fellove se encontraba sola y aislada, ya que en aquellos viejos tiempos se hacían armonías vocales, llamadas chua chua y sobre ellas tejía sus improvisaciones, así que decidió ayudarle y participar como corista para realizar las armonías vocales, un momento muy emotivo y bello para Dillon.

Otro de los personajes que aparecen en la cinta es el cantante Luis Ángel Silva Melón, duro y fuerte de personalidad, pero increíblemente talentoso y que fue el único de los entrevistados que realizó una grabación con Fellove, a pesar de ello, no consiguió que hablara sobre el protagonista del documental: Quería a Fellove, lo conocí y amaba su música, pero también amo la música de Lobo y Melón, eran contemporáneos y tuvieron colaboraciones juntos, yo sólo quería que hablara de la experiencia de tocar y del proceso creativo, porque fue el único músico que pude hallar de aquellas viejas grabaciones, pero bueno.

El filme, producido por Viento del Norte Cine y Paloma Negra Films, asociados con Insurgent Media y Radical Media, tuvo su estreno mundial en septiembre, en 68 Festival de San Sebastián y se proyectó anoche en el 18 Festival Internacional de Cine de Morelia, y es tan elaborado que su diseño sonoro incluye el scratch de los viejos discos de larga duración.

“Lo que quiero con el filme es dejar las cosas en claro: pienso que la manera en la que el filin ha sido refriteado en tiempos recientes, revendido al público sólo como música de bolero, cuando en realidad proviene del jazz y bebop. Lo que Fellove hace es scating, lo mismo que Ella Fitzgerald, Nat King Cole o Dizzy Gillespie, eso era el filin, no la música triste y romántica de coctel que nos venden, si bien también era parte, no era lo único. Fellove era un cantante del tipo guarachero y con un talento innato para la improvisación que era único y especial, vivía para la música”, concluyó.