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Cali, paralizada; se apaga la industria más distintiva de la ciudad: la salsa
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▲ Los bailarines Juan Sánchez y Juliana Barreto, en el 15 Festival Mundial de Salsa en Cali.Foto Afp
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▲ Discoteca de salsa la Topa Tolondra.Foto Afp
 
Periódico La Jornada
Miércoles 28 de octubre de 2020, p. 8

Cali. Cali era una fiesta de 365 días. El ritmo de la salsa animaba discotecas, plazas, conciertos y escuelas de baile. Pero la pandemia trajo el silencio y una crisis que ahogó la industria más emblemática de esta ciudad del suroeste de Colombia.

Es muy triste ver tantos sitios cerrados, se ha apagado la llama de lo que era Cali, señaló la bailarina Angie Osorio que ha compartido pista con Jennifer López y Marc Anthony.

La salsa caleña es referente mundial. Turistas llegaban para escucharla o aprender a moverse al estilo local: frenético, sensual, acrobático y uno de los más célebres, junto al cubano y puertorriqueño.

Detrás de esa banda sonora que animaba la ciudad de más de dos millones de habitantes vivían músicos, bailarines, profesores, sastres, zapateros, maquilladores, diseñadores, escenógrafos, empresarios y otros sectores indirectos como restaurantes y hoteles.

Esta es una ciudad que los siete días de la semana se mueve con la salsa (...) es una forma de vida, una manifestación cultural muy arraigada, explicó Adriana Olarte, directora del Festival Mundial de Salsa, que reunía a más de cuatro mil artistas anuales.

Luego de detectar el primer caso de Covid-19 en marzo, Colombia declaró la emergencia sanitaria, restringió el contacto físico, prohibió las fiestas y, así, el ecosistema de la salsa quedó en jaque.

Tras siete meses de restricciones, la ciudad da pequeños pasos para revivir su sello insigne.

En las décadas 80 y 90 Cali era una de las ciudades más peligrosas del mundo: narcotráfico, guerrillas, bombas, secuestros. Con la caída de los grandes cárteles y luego en 2016 la firma del acuerdo de paz que desarmó al grupo rebelde más poderoso de América, se despejó el camino para el turismo.

Cali tiene 127 academias de salsa, 3 mil 263 bailarines, 319 coreógrafos, 257 instructores, 6 mil 506 estudiantes, 91 orquestas y 97 salsotecas (discotecas).

Nhora Tovar, directora de Arrebato caleño, una de las escuelas de salsa más importantes de la ciudad, señaló: nuestro trabajo implica tener un contacto físico permanente con el otro en el momento de enseñarle a bailar, concede, y no teníamos un músculo económico para decirle a la gente que podíamos sostenerle un salario, lamentó la profesora.

Lanzaron una campaña de donación y empezaron a dictar clases virtuales, para aliviar el bolsillo de 10 familias que dependen de la academia y así salir a flote.

Cali es la capital del Valle del Cauca, el departamento con la mayor población negra del país (647 mil 527 personas). De clima veraniego y vecino al Océano Pacífico, la salsa se consolidó allí como un ritmo mestizo que bebió de la música de Cuba, Puerto Rico y Nueva York, para crear su propia marca.

Emblemáticas orquestas como el Grupo Niche, nominado al Grammy Latino (2020), llevaron el sabor caleño a los oídos del mundo.

El baile local se roba aplausos en concursos internacionales donde siempre es protagonista.

La sastre Marta Perdomo aseguró que 50 por ciento de una presentación de salsa es el vestuario: debe ser muy expresivo brillante para que llame la atención, tener buenos volantes, mejor dicho el traje tiene que bailar con el bailarín.

A los famosos grilles o discotecas pintorescas de salsa, llegaban parejas de todas las edades a bailar.

Pero las restricciones para evitar la expansión del virus limitaron la espontaneidad de la fiesta. Quedó prohibido bailar, el aforo se redujo a 30 por ciento y la música se apaga a la una.

Muchos actos también se cancelaron, aunque dos de los más importantes quedaron en el calendario en versión virtual.

El Festival Mundial de la Salsa se realizó en octubre con unos 120 mil internautas. Y la tradicional Feria de Cali, que en 2018 generó 109 millones de dólares, se realizará en diciembre por Internet.