Opinión
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La soberanía: ¿a quién le importa?
E

l Fondo Monetario Internacional (FMI), en uno de esos típicos movimientos favorables al capitalismo mundial, quiso imponerle al gobierno mexicano en funciones lo que siempre logró imponer a los gobiernos anteriores: cancelar proyectos estratégicos, como el de la refinería de Dos Bocas, y disminuir el gasto social. El rechazo de Andrés Manuel López Obrador a esa decisión tendría que haber sido evaluado como un acto histórico.

Se entiende el vacío que le hicieron los grandes empresarios, sus medios y sus organizaciones gremiales y también los civiles, que hacen del nombre de México una grotesca gesticulación. Y por tanto las críticas que le enderezaron.

Es una cuestión de clase. Los grandes empresarios son, en México y en todos los países similares al nuestro, embajadores de la burguesía internacional. En nuestra historia esto se halla debidamente documentado.

Historiadores como Mario Cerutti, quien se ha centrado en estudiar a los empresarios norteños desde hace casi medio siglo, lo ha dejado muy claro en el análisis de uno de ellos: el irlandés Patricio Milmo, quien fue, efectivamente, representante diplomático de la corona británica, pero, sobre todo, un empresario con grandes vuelos de poder económico apoyado por el poder político; en este caso, el de Santiago Vidaurri, gobernador de Nuevo León y Coahuila, hacia mediados del siglo XIX.

La vía matrimonial sería clave en ese nexo, así como en otros similares que le dieron cuerpo al grupo empresarial de Monterrey. La oposición de este grupo a un gobierno que no cuadra con sus líneas ideológicas y económicas es, en nuestros días, más que evidente, acaso no en bloque, como antes, pero igual de abierta.

¿Podría causar alguna extrañeza que en la lucha de los liberales contra el imperio francés de la época, Vidaurri se opusiera a darle algún apoyo a esa lucha que acaudillaba Benito Juárez? No sólo eso, lo combatió cuanto le fue posible, y el presidente mexicano pudo haber sido víctima del atentado en su contra durante su estancia en Monterrey. Es Guillermo Prieto en sus Lecciones de historia patria donde narra ese nefasto episodio.

La historia no desaparece pronto. Ya antes, para fortalecer su cacicazgo, Vidaurri había anexado, constitucionalmente, a Coahuila y así luego intentar un movimiento separatista con la formación de la República de la Sierra Madre. En el contexto de la anexión de Texas a Estados Unidos, ese y otros intentos similares fragilizaban la situación de México, tanto frente a esta nación como más tarde frente al imperio francés de Maximiliano.

Vidaurri, con los recursos de las aduanas del noreste, que él controlaba, y con los que resultaban de su relación con Milmo, despliega un ejército para combatir a las tropas nacionales. Los generales Zaragoza, Francisco Naranjo, José María Patoni y Mariano Escobedo conocían desde antes los movimientos de Vidaurri. Y ya en el campo de batalla lo derrotan. Éste huye a Estados Unidos; de regreso, cuando las tropas francesas ocupan Monterrey, se pasa a servir al imperio de Maximiliano como consejero imperial y en la cartera de Hacienda. Termina siendo fusilado como un traidor. Pero en 2007 se le erigió una estatua en Lampazos de Naranjo, bajo el patrocinio de un empresario. La historia no desaparece pronto.

En las acciones de Vidaurri participaron militares, algunos de ellos traicionando al ejército patriótico. Constituyen uno de los muchos ejemplos de fuerzas económicas y políticas que siembran a la corrupción de sobornos –como diría fray Servando Teresa de Mier, que por estos días cumple casi dos siglos y medio de haber nacido, justamente en Monterrey– dirigidos, siempre con resultados adversos para nuestra nación, a las fuerzas armadas.

Con el apresamiento del general Salvador Cienfuegos Zepeda, anterior secretario de la Defensa Nacional, México sufre un rudo golpe a su soberanía. Y también a su seguridad interna. ¿La inteligencia militar de nuestro país, a quién sirve, si es que sirve? ¿Nada supo de los nexos de Cienfuegos y de los demás militares y civiles que debieron haber participado en su nexo con el narcotráfico? ¿En manos de quién está la Defensa Nacional? Los mexicanos tenemos derecho a pensar que muchos de los crímenes cometidos en torno al narco y donde cerca han estado las fuerzas armadas, no logran resolverse por la presión que existe desde la jerarquía militar y ciertos sectores proclives a la derecha para que no se termine de esclarecer lo ocurrido en Ayotzinapa.

Estados Unidos tiene ahora, en sus manos, la información estratégica que puede concentrar un militar del rango de Cienfuegos. Nuestra soberanía se encuentra vulnerada. Y de esto es más lo que se calla que lo que se dice. La no democracia, en los términos en que lo planteaba Antonio Gramsci.

De esta realidad cavernosa y antipatriótica es de la que toma ventaja la derecha empresarial y su periferia clasemediera para continuar en su labor de zapa contra el gobierno morenista. Las acciones que éste debe tomar en lo que hace a instituciones fundamentales como es la que representa el Ejército no requiere de comentario.