Opinión
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56 Festival de Chicago
Una utopía americana
D

ado que Broadway está cerrado hasta nuevo aviso y asistir a conciertos todavía está prohibido, debemos solazarnos con el hecho de que existe el documental David Byrne’s American Utopia. Según se sabe, el otrora líder de los Talking Heads editó un disco con el mismo nombre y organizó una gira de conciertos previa a la puesta en escena en un teatro de Broadway, cuya breve temporada inició en octubre del año pasado (que ahora se antoja tan lejano como el Pleistoceno).

El documental fue la función inaugural del festival de Toronto y se proyectó en los homólogos de Nueva York y Chicago, antes de exhibirse el pasado sábado por HBO.

Byrne ha tenido mucho tino en escoger a sus colaboradores cinematográficos. Stop Making Sense (1984), el excelente documental sobre los Talking Heads en concierto, estuvo a cargo del finado Jonathan Demme. Y ahora captar una performance de American Utopia le correspondió a Spike Lee, quien quizá atraviesa por el mejor momento de su carrera.

Para hacer el trabajo, Lee contó con la experimentada cinefotógrafa Ellen Kuras. Ella y otros 11 operadores se encargaron de dar al documental una multiplicidad de puntos de vista que refuerzan la sensación al espectador de que se encuentra sobre el escenario en una posición privilegiada. A veces desde la perspectiva de una butaca o, en el caso de los top shots, de un tramoyista.

La puesta en escena es apropiadamente minimalista. Se trata de Byrne y sus músicos/bailarines (12 personas en total), vistiendo uniformes de trajes grises y descalzos sobre un escenario vacío, enmarcado por cortinas de cadenas. La música es una selección óptima del cancionero de Byrne, que le permite abordar, con su habitual ironía, sus temas más apropiados dado el estado de las cosas. Aunque el tono puede ser pesimista, la interpretación es una celebración gozosa que invita al baile (uno, como espectador solitario y casero, debe aguantarse las ganas).

Desde luego, no faltan los éxitos más reconocidos de los Talking Heads, Once in a Lifetime y Burning Down the House, que arrancan ovaciones del público del Hudson Theatre desde que se escuchan sus primeras y reconocibles notas. Entre canción y canción, Byrne da breves explicaciones e invita a sus conciudadanos a votar. Como corresponde a su categoría de gringo blanco, no es un gran bailarín, pero ha sabido compensar su tiesura con movimientos espásticos de mímica.

En un registro opuesto, se vio también la película holandesa De kuthoer (La puta del coño), primer largometraje de Ivo van Aart, una sátira social negra acerca de una columnista (Katja Herbers) de un diario que, harta de las agresiones groseras que sufre en Twitter, decide rastrear y asesinar a los responsables. El asunto sería gracioso –y oportuno– si no estuviera pintado con la brocha más gorda. Por cierto, el título original ha sido censurado y, fuera de Holanda, se ha traducido como The Columnist. En todos lados se cuecen habas.

Twitter: @walyder