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El drama ha empezado
D

espués de presenciar el herradero en el que el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, convirtió lo que se suponía sería un debate con Joseph Biden, cabe preguntarse: ¿en el marco de la actual normatividad electoral puede evitarse el conflicto poselectoral que ya desde ahora se avizora?

Para responder a la pregunta, vale dar cuenta de algunas de las observaciones que sobre el sistema electoral se hicieron en las tres entregas ­anteriores.

Lo que destaca la atomización del sistema electoral en Estados Unidos. El número de electores de cada estado corresponde al número de representantes que tiene en la Cámara de Representantes (uno por cada distrito electoral) más los dos senadores del estado. En la gran mayoría de las entidades, al candidato que obtiene la mayoría de los votos se le asignan todos los votos electorales de ese estado. (AARP)

Actualmente, el número total de electores en el Colegio Electoral Federal es de 535; el candidato que alcance 270 será declarado presidente.

En los más de 200 años que se han celebrado elecciones, en contadas ocasiones ha sido necesario dirimir la elección en los tribunales, como en 2000, en Florida. Pero la historia pudiera alterarse profundamente en la próxima elección.

En esta ocasión los focos rojos se han encendido; a la fecha, hay aproximadamente 300 litigios sobre las irregularidades y la atroz conducción del proceso electoral. Hay estados en los que los electores solicitan su boleta para votar por correo, y se les envía sin mayor trámite. Pero en otros, es necesario enviar una solicitud con incontables requisitos, algunos de los cuales llegan al absurdo, como exigir dos copias fotostáticas de la solicitud firmadas en presencia de dos testigos mayores de edad y de una identificación reciente.

Hasta hoy, hay más de 100 mil solicitudes que se han ido a la basura, presumiblemente porque faltaba alguno de esos requisitos. Sólo en nueve estados las boletas de votación son enviadas en forma automática a los electores de esas entidades. Por último, en esta miscelánea de problemas, se añade que los tiempos son diferentes para iniciar el conteo de las boletas que se recibieron por correo. En algunos empieza siete o hasta 15 días antes de la elección, en otros el mismo día, y en algunos más hay un margen de varios días para contarlos después de celebrada la elección. Amén de los litigios que pudieran surgir en este lapso, sería la oportunidad para que Trump, sin esperar el resultado final, se adelantara a declararse ganador.

A los problemas propios de la atomización del proceso electoral, ahora se agrega la intención expresa de suprimir el voto, particularmente de negros, latinos y pobres que viven en algunos distritos marginales. Un ejemplo es que principalmente en esos distritos se ha eliminado el número de recintos para votar y de los buzones del servicio postal pare depositar el voto por correo. Cabe recordar que, en el marco de la pandemia, el voto por correo es un recurso importante para millones de personas.

Sin embargo, el propio presidente se ha encargado de desalentarlo, argumentando, sin pruebas, que se presta a un gran fraude, no obstante que él mismo ha votado por ese medio en varias ocasiones. En el colmo de su intención por relegirse a como dé lugar, y en plena violación de las normas electorales está alentando la presencia de supremacistas blancos en los sitios próximos a los recintos para votar, con el fin de amedrentar a los votantes.

La amalgama de obstáculos y triquiñuelas para evitar que un gran número de ciudadanos participen en la elección el próximo 3 de noviembre pueden ser motivo para que, acorde con la temporada, deriven en un aquelarre sin precedente en el vecino del norte.