Opinión
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Boyardos de colores y dolor
L

as casas de deportes, Deportes Martí e Innovasport, se vaciaron. Llegaron los boyardos y barrieron con todas las tiendas de acampar disponibles, pero eso sí, que fueran de colores. Ya antes se habían aprovisionado de globos, cornetas y espantasuegras. ¿De qué se trataba? Pues de echarse un reventón a la salud de la democracia, del bien común, de oponerse a lo que fuera, no interesa, pero que hubiera reve.

Los boyardos, antiguos grandes señores feudales, convenencieros enemigos de los zares Romanov, debían reunir terminantes condiciones: tener muchos bienes, cuantiosos sirvientes y una posición en la alta sociedad y por ende influencia ante el poder. La traducción mexicana de boyardo es vivir al oeste de Ciudad de México, tener gran automóvil, escoltas trajeados y vestir cool.

Esos son los emblemáticos paladines de un país mejor. No tienen ni idea de por qué alborotan ni para qué, pero tocan el claxon de sus coches, agitan banderas, sacan enormes globos, suenan sus radios a todo volumen, se toman selfis, gritan ¡Viva México! y fueras a AMLO.

Los boyardos de colores sí saben lo que el pueblo necesita. Nada de salarios justos, despensas, hospitales, combis, tortas, escuela del barrio, un mínimo disfrute. ¡Nada, sólo hagan ruido! ¡Mucho alboroto! ¡Viva la gente decente! ¡Mueran los mugrosos, los chairos! Los boyados no van dispuestos a pasar frío. Cuando aprieta se meten al Hotel Hilton México City y en la mañana desayunan en El Cardenal. Tal vez por eso no se les ve.

Mientras tanto alborozo, los pobres, aquellos desechables, se han quedado sin empleo, los que tenían. Ven el festín y ni siquiera se ofenden, simplemente sienten por ellos un gran desprecio. A pocos metros decenas de padres lloran en la misma plaza. Son los de Ayotzinapa, dolidos, ofendidos, aún esperanzados de que hubiera justicia.

Los boyardos carecen de ideología, que confunden con clasismo. Ignoran todo sentimiento de pertenencia como no sea al billete. Tocan el claxon como su más fino recurso para exclamar: ¡nosotros somos la patria!

Es notable su ignorancia, no sabrían explicar qué quieren como ciudadanos, acuden a sustituir las ideas con el ruido y la expresión con colores. Su plantón será breve, hasta que cale el frío, hasta que se vayan los de Televisa. El campamento con su colorida presencia parece diseñado por Walt Disney. Tanta estulticia explica por qué ellos votaron por Anaya. Son popis de Monterrey, cristeros y tecos de Guadalajara y al final son polkos de la Ciudad de México.

Buscan hacer dimitir al presidente Andrés Manuel López Obrador, según ellos por el camino de la ley, presión social y medios noticiosos. Vaya ideología. Les gustaría voltear de cabeza al país sólo porque así se les ocurrió. No sustentan ninguna idea de oposición política de la que tan necesitado está el país. No ofrecen nada. Ratifican su pobreza como seres de justas aspiraciones.

La oposición es fundamental en cualquier empeño que desee garantizar que la democracia se consolide hasta llegar ser gobierno. Los pollines ni aspiran a serlo. No se han enterado de que el cambio que fuera deseable sólo es culminante cuando germina dentro de procesos sociales e históricos, los que han de configurar un nuevo régimen de vida nacional.

Los enfrenados (de Frena) no se enteran de que todo movimiento social que procure el cambio no se da en autos de lujo, globos, banderas, y gritos. Tan estulta fue esa manifestación que, lejos de ganar simpatías, encontró la repulsa general y… jóvenes enfrenados, nada se da sin el pueblo que en su caravana ignoran y él que, sin mayor gesto, ni se enteró de los bullentes.

Cuánta falta hace una oposición, la de cualquier signo. Ha habido lugar para partidos políticos increíbles: partidos siempre en renta y candidatos en subasta. De esto no se enteran los acampados, no perciben su responsabilidad de emerger y no proponer más que incongruencias. Reclamos inviables por insulsos.

Promover movilizaciones contrae el requisito de ser moralmente solventes, tener el valor de ser persistentes, ofrecer formas de sacrificio, trabajo sobrio y ejemplar. Los ruidosos ni idea tienen de algo así.

Ni sospechan que existen ideas que postulan que un sistema político debe incluir convicciones eruditas sobre patriotismo, ideas sustantivas de derecho y la disposición a saber postergar el interés propio en favor del colectivo. Todo ello dentro de la idea de nación y de un sistema de certezas sobre democracia.

Todo ello les es ajeno, a tal cultura la sustituyen con el claxon y los globos. Por eso es adivinable que les irrite Gibrán Ramírez. Pues que los boyardos sigan así, de colores, expresándose con globos, espantasuegras y claxonazos.

A metros de tanto alborozo, los dolientes padres de 43 jóvenes normalistas desaparecidos de Ayotzinapa vierten lágrimas. Cruel muestra de dos formas de participar en la vida que dibuja los horrores de este México. Días que lamentar.