Opinión
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Ciudad perdida

Guerra en Morena: la misma historia

¿C

uál es el rumbo, el proyecto político de Morena?

¡Que nadie se equivoque!, el pleito no es por el rumbo, por el destino político del organismo que no se puede establecer en discursos vacíos o en numerarias de tufo demagógico, sino en programas que permitan cohesión y determinen la ruta de trabajo hacia la militancia.

El pleito es por los dineros que maneja el partido que formó el Presidente de la República, y es un pleito que marca, que nunca termina y que acabará por destruirlo. Es un mal interno, hasta ahora, sin remedio.

Pero eso no preocupa a los dirigentes, a los aspirantes a la presidencia del partido que parecen plantear que Morena no será un organismo de labor interna, sino más bien una arena de lucha entre jefes de tribus encumbradas.

Ciegos y sordos, esos jefes anuncian en sus ambiciones el destino fatal del partido, y sabedores de ese horizonte, no dudan en arriesgar las esperanzas de una militancia que esperaba ser parte de la transformación que motivó su voto en la elección presidencial.

No importa ahora quiénes son los que compiten, la batalla se dará en tres frentes: Porfirio Muñoz Ledo, uno de los políticos más completos del país, no será reconocido por su trabajo político, pero en cambio será presa de todas las críticas que abollen su armadura. Hay quien asegura que Muñoz Ledo cuenta con alguna simpatía de la jefa de Gobierno, Claudia Sheinbaum, y desde luego es el más conocido de los participantes en la contienda, como señalan las encuestas.

Mario Delgado ha jugado al filo de la navaja, sus pocos escrúpulos para permitir que Ricardo ( chucho) Monreal se incrustara en su campaña no parecen acarrearle la confianza que la militancia debe tener en su líder; por el contrario, defraudan a quienes lo suponían un fiel intérprete de la 4T.

La señora Polevnsky ya demostró, sin lugar a dudas, que es capaz de mantener al partido en estado de putrefacción continua y busca acabar la tarea que por poco culmina. Por más que se quiera su paso por Morena incapacitó al movimiento para convertirse en partido, y eso no se debe olvidar.

Los demás no es más que la infortunada idea de que se busca un juego democrático para el partido, cosa que nadie que conozca a Morena podrá creer, pero que de cualquier manera se usa para que la historia no sea tan severa con los actores de hoy.

En fin, parece que en el organismo la decisión es cancelar el futuro, gane quien gane. Ahora más que nunca queda demostrado que no hay nuevas armas para esta guerra y que la historia, una vez más, se repite.

De pasadita

En el Congreso de la Ciudad de México hubo cambios orientados a que nada cambie, y aunque algunos puestos sólo fueron reposiciones de funcionarios que por diversas causas salieron de ahí y que no habían sido ocupados, otros se hicieron para mantener el estado de disputa entre tribus morenistas.

Porque, eso sí, si en algún lugar se puede demostrar qué tan profunda es la guerra en Morena es ahí, en el Congreso que ellos dominan.

Ojalá de esos cambios pueda surgir alguna forma que permita evitar las fisuras, de todos tipos que se dan en el Congreso y que le muestran al electorado que Morena, eventualmente, puede convertirse en un partido político con ideas acordes con los planteamientos que se ofrecieron desde las campañas políticas.

Lo malo es que ya se desató la guerra por el mañana próximo, donde las relecciones y los cambios de adscripción rompen cualquier buena intención. Ni modo.