Opinión
Ver día anteriorLunes 28 de septiembre de 2020Ver día siguienteEdiciones anteriores
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Aprender a morir

Reflexiones de un Covid

“L

a discreción de mi mujer, que reclama proceder con sensatez –añade el doctor Jaime Federico Rebolledo–, fue lo que me hizo reparar en si seguir comunicando mi situación o callar y en privado enfrentar la vida como me está tocando vivirla. Siendo quien soy, el protagonista de mi propio monólogo, no puedo menos que buscar testigos y lejos de quedarme callado, no sólo lo comuniqué a quienes pudiesen ayudarme formalmente, sino a los más que pudiese decirles que la extraña enfermedad que ha matado a una milésima de la humanidad, los amenazaba ahora con mi muerte.

“No puedo no pensar en ello, pues cuento con todo lo necesario para que la enfermedad haga de las suyas y me dé mi boleto de salida: 70 años cumplidos y usados a límite con sus efectos secundarios y daños colaterales de haber vivido como se ha querido.

“Por extraño que parezca, hoy estoy vivo y me siguen pasando cosas extrañas. Una de ellas se llama fe (creer sin preguntar ni dudar). Otra cosa es saber, que es dudar y preguntar, y en eso está toda la diversión del mundo. Pero hablo de la fe porque una vez que se asciende a ese carácter sublimado de la vida humana desde la toma de consciencia, nos hace a cada quien en su monólogo resolver lo que necesita, hacer lo que entiende y creer en sus ideas, derivadas de sus interpretaciones del mundo y de todo lo que le rodea.

“Pero resulta que desde mi ateísmo encontré la fe en los demás. Creo. Con una creencia que es lo más parecido a lo que los demás le llaman fe en Dios (lo que resulte ser para cada quien). De eso se trata esa extrañísima sensación que, como el virus, insidiosamente se va colocando en los intersticios de la consciencia, donde mi fe está depositada en los demás, en mis iguales, en todos y cada uno de los seres humanos. Y cómo no habría de serlo, si una vez que publiqué a los cuatro vientos mi condición de enfermo, sin preguntar ni dudar pedí a los demás que me ayudaran a sortear este hoy enfermo y lleno de riesgo…

“Y entonces de una manera espontánea y maravillosamente desinteresada fluyó esa extraña y ‘neutrónica’ substancia del espíritu humano, y comenzó a condensarse sobre mi cuerpo y a sanarme lo sanable, a calmarme, a arroparme, a acariciarme y a cubrirme de esos éteres de beso que nos hacen sentir bien. En fin, hoy es hoy y esta enfermedad extraña me ha dado la paz y la tranquilidad necesaria para vivir este hoy que como nunca tengo que agradecer.”