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Los de abajo

Huellas de seis años

H

an caminado 2 mil 190 días buscando a sus hijos. Llevan 52 mil 560 horas sin consuelo. Su caminar, dicen en el sexto aniversario de la desaparición de sus hijos ,ha sido muy difícil. Y piden, con humildad, que la sociedad nos entienda, porque si a alguien le llega a faltar un ser querido no se quedaría en su casa con los brazos cruzados.

Se apostaron este viernes un día antes del sexto aniversario de la desaparición forzada de los 43 normalistas de Ayotzinapa frente a la Fiscalía General de la República (FGR). Y ahí, junto al colectivo Huellas de la Memoria y gente solidaria, dejaron plasmadas las huellas de sus zapatos con los que, literal, han recorrido el país buscando a sus hijos, reclamando justicia y exigiendo verdad.

Ni una sola madre y ni un solo padre se ha rendido. Algunos han enfermado, e incluso muerto sin conocer el paradero de las víctimas, como Minerva Bello, madre de Everardo, quien fue mermando su salud en las calles hasta que un cáncer la mató.

Seis años de lucha en las calles; hemos sufrido de todo, hemos tenido represión, el gobierno nos ha puesto a sus fuerzas para que tengamos miedo, hemos hecho marchas, mítines, de todo en seis años. Y, mientras no sepamos donde están nuestros hijos, los seguiremos buscando, expresa una madre frente a los mosaicos con los rostros de sus hijos. Son las 43 caras que más se han visto de México en el mundo. Y, seis años después, no se sabe dónde están.

La terca memoria se impone. Huella de la Memoria lo sabe. Los familiares les ofrecen unos zapatos con un mensaje dirigido a su hijo o hija ausente.

La suela marca el camino, la fuerza, la carga y el no poco cansancio de cada allegado. Son huellas para no olvidar, y los vinculan también con las miles de personas que los han acompañado. Nosotros no hacemos nada solitos, explican, agradeciendo siempre el apoyo de la sociedad en su conjunto.

El reconocimiento mayor, seis años después, es para los padres y madres que cargan siempre un cartel con el rostro de su hijo en las manos, que caminan dejando huellas de amor y dignidad y que, además, se dan tiempo para acompañar otras luchas, pues saben que es la misma, y no van solos.

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