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Disquero
Juliette Gréco, una especie animal que viste de negro
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▲ Juliette Gréco captada en París en 1968. La cantante francesa falleció el miércoles pasado a los 93 años.Foto Afp
 
Periódico La Jornada
Sábado 26 de septiembre de 2020, p. a12

Canta La Gréco:

Desnúdame, baja el zipper del vestido sobre mi espalda, despacio. Así, que caiga al suelo, despacio. No te apresures, no seas como todos los hombres. Hazlo con delicadeza. Así, con ternura. Tus ojos, devórame con tu mirada: un preludio. No seas tosco ni te asustes, devórame, pero con contención. Aprende a hipnotizarme, a enredarme en tus brazos, con desparpajo. Usa tus dedos, elige bien las palabras que pronuncies, calcula con cuidado las caricias, ni muy lentas ni muy toscas sobre mi piel y heme aquí, voilá, temblando, estremecida y entregada y ahora aprende a poseerme, a consumirme, hacerme fuego. Ahora, desnúdate tú también.

La canción Deshabillez-moi causó conmoción cuando salió en disco, en 1967. Juliette Gréco, su autora, ya era para entonces la voz con música de la poesía de Louis Aragon, Anna Seghers, Raymond Queneau, Paul Eluard, los autores de la literatura más exquisita, sensual, directa. Deshabillez-moi es la canción emblema de Juliette Gréco, la chanteuse inmortal que abandonó el cuerpo físico este miércoles 23 de septiembre.

Juliette Gréco, el gran amor de Albert Camus, la gran amiga de Simone de Beauvoir y de Alberto Giacometti.

La prensa del corazón la comenzó a llamar de inmediato de la manera más engañosa que encontraron para minimizarla, como suele suceder: la musa de los existencialistas. Pasumecha.

Juliette Gréco no es un objeto, no es una musa (esa expresión tan minimizante). Es, en cambio, una mujer de izquierda, una mujer emancipada, una dama, hermosa y elegante.

Es el último eslabón de una cultura noble que nació en la era medieval: la chanson, y creció en el Renacimiento, y consiste en piezas vocales de tema amoroso pero también de crítica social y política.

Guillaume Dufay, Gilles Binchois, Johannes Ockeghem, Josquin des Prés, Clément Janequin, Orlando di Lasso, Ernest Chausson, Gabriel Fauré, Claude Debussy. Algunos de sus cultivadores a lo largo de la historia.

Juliette Gréco pertenece a la estirpe que hizo la revolución en el siglo XX: Georges Moustaki, Gilbert Bécaud, Edith Piaf, Boris Vian, Serge Gainsbourg, Jacques Brel.

La Gréco, le decían.

La Gréco es una manera de sintetizar la intensa historia cultural que estalló en Saint-German-des-Prés a mitad del siglo pasado, con una horda sublime de jóvenes comunistas. Ella, Juliette, personifica el sentido universal de la libertad, valor francés por antonomasia.

Jujube, le decían de cariño en casa y así tituló su libro de memorias, donde explica cómo vivían los trogloditas de Saint-German-des-Prés para desarrollar el concepto existencialista: existencialista es una palabra ruin; es como un animal salvaje que comienza su carrera loca en busca de su identidad.

Su amigo, el compositor brasileño Caetano Veloso, quien escribió canciones para ella, la ayudó a la definición: un existencialista es todo aquel que hace todo lo que le da su rechingada gana. Y eso me fascina.

Narra Jujube en sus memorias: Mi hermana me decía que Sartre consideraba que uno tiene que hacer lo que debe de hacer. Y luego lo conocí a él y a Simone de Beauvoir. Yo era una escuincla pendeja, pero muy atenta y aplicada. Ellos dos me veían como una niña interesante, una chavita rara.

La Gréco, entonces, se hizo amiga íntima de la Beauvoir y de Marguerite Duras y luego de Françoise Sagan, y tuvo amores muy intensos, el más intenso con Albert Camus, el amor alucinado con Miles Davis; luego se casó con Michel Piccoli; tuvo una hija, Laurence-Marie, con el actor Philippe Lemaire, y luego se casó con el pianista y compositor Gérard Jouanneste, quien había sido el compositor de la música de las canciones de Jacques Brel.

Jacques Brel, La Gréco. Una constelación. Dos soles negros. Nunca se eclipsaron. Uno de los discos más amados por ella, la autora, se titula Gréco chant Brel, y bueno, ella es una diosa y su cantilación es inigualable, su canto insuperable, su fraseo una exquisitez, su dramaturgia conmovedora. Sí, pero uno la escucha estremecido cantar Ne me quitte pas, mientras si la escucha con Jacques Brel, al segundo verso ya uno está llorando.

La Gréco describía así a Jacques Brel: “¡Es un chingón! Su discurso abrumador: de una lógica, de una lucidez, de cruento escrutinio, de una puesta en desnudez, de una crudeza. Comprendí por qué lo amaba tanto: por su visión sin floritura alguna. Es por eso que Ámsterdam es una de las canciones de mayor ternura, cuando dice: Y entonces abrían todos sus braguetas, yupi!”.

En 1949, documenta la reportera Véronique Montaigne en Le Monde, su amigo Marc Doelnitz decidió reabrir el célebre cabaret Le Boeuf sur le Toit, que había creado en 1921 Jean Cocteau. La convencen de cantar en la reapertura pero ella dice: Pero, ¿qué canto?. Entonces Sartre pone en su escritorio muchos poemas, entre ellos algunos de Raymond Queneau y El eterno femenino, de Jules Laforgue; el propio Sartre le regala la canción que escribió para su obra de teatro Huis Clos pero que nunca utilizó: La Rue des Blancs Manteux (La calle de los abrigos blancos) y le presenta a su amigo, el célebre compositor Joseph Kosma.

Cinco días después, La Gréco debuta frente a este público: Marlon Brando, Simone de Beauvoir, Jean Paul Sartre, Jean Cocteau y el maestro Albert Camus, rendido a sus pies.

Graba entonces su primer disco, en 1951: Je suis comme je suis (Soy como soy), otra de sus canciones fetiche.

¿Quién era La Gréco? Una especie animal, respondió François Mauriac en su Bloc-notes: La Gréco, ese bello veneno delgado enfundado siempre en negro y que no necesita nunca aderezo alguno. Es la reina de la noche. Su personaje está compuesto de una ciencia que no deja nada al azar. ¡Qué hermosa es! La Gréco es la obra maestra de La Gréco. Jamás nadie la podrá confundir con nadie y jamás nadie la podrá imitar.

¿Quién es La Gréco? Es la rosa negra de los patios. Pertenece al colegio de los alumnos irredentos, responde el poeta Raymond Queneau.

¿Quién es La Gréco? Una mujer fascinante, responde Boris Vian. ¿Alguna seña en particular? Siempre vestía de negro.

¿Por qué nos atañe tanto La Gréco? Se pregunta la reportera Véronique Mortaigne: Su voz, su elegancia, su fuerza y sus manos que tenían la capacidad de volar, sus manos aéreas, cantando a Jacques Brel, con su aura de penas luminosas y sus manifiestos contra la injusticia.

Su capacidad de volar. Su capacidad de soñar. Sus penas luminosas.

En la canción Dans ton lit de cristal, ironiza: “Lees Las Flores del mal / en espera del macho (en attendant le male, por el juego de palabras en el original) / que tomará tus 16 años / en tu lecho de satín / pero será hasta la próxima mañana / que tan sólo quedará tu mano / ella, tu mano, tu primera amante / en tu lecho triste y frío”.

En la canción: Dans ton lit, propone: ¿Qué podemos hacer en tu cama? / déjame deslizar en ella mi cintura / mientras el cielo no me diga algo que valga la pena / no tendremos sino la lluvia / y yo tan sola en mi cama / pienso en las chicas de mi talla / que toman tormentosas / por un rato amantes o marido / entonces mejor te pido / mientras llega la aurora / que despiertes o que sueñes: me tocas y gimo.

Su canción emblema, Deshabillez-moi es el sexto track de su tercer disco: La Femme, donde aparecen las canciones cuyos versos están aquí citados. Ella escribió en la contraportada:

Una mujer es como el ojo de una mosca. Con sus miles de facetas. En una mujer están todas las mujeres. Y son las situaciones sociales las que determinan su actitud o sus actitudes frente a la vida. Las mujeres somos únicas y múltiples, heroínas o rotas. Por lo menos, espero que la vocación de este disco sea el de una mujer hacia las mujeres, como un racimo de flores.

Adieu, Juliette, la très aimée.

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