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Reprimen intento de protesta en Minsk

Lukashenko asume por sexta vez consecutiva la presidencia de Bielorrusia

Alemania,Dinamarca, República Checa, Eslovaquia, Estonia, Letonia, Lituania y Polonia no lo reconocen

Corresponsal
Periódico La Jornada
Jueves 24 de septiembre de 2020, p. 23

Moscú. Sin la solemnidad que cabría esperar de haber sido una elección limpia y sin cumplir lo estipulado por ley de anunciar la ceremonia con anticipación y de transmitirla por radio y televisión en cadena nacional, Aleksandr Lukashenko tomó posesión ayer por sexta ocasión del cargo de presidente de Bielorrusia.

Un comunicado de su servicio de prensa dio a conocer post factum que Lukashenko cumplió el requisito constitucional dentro del plazo de dos meses, contado a partir de los comicios del 9 de agosto anterior, cuestionados por cientos de miles de sus compatriotas que desde entonces protestan de manera pacífica contra lo que califican de fraude.

Horas después, la televisión pública bielorrusa transmitió la toma de posesión de Lukashenko, quien –al dirigir unas palabras a la sala llena de invitados especiales, funcionarios y empleados públicos casi todos– se congratuló por su elección, que significa haber defendido nuestros valores, nuestra vida pacífica, soberanía e independencia.

Dijo que contra Bielorrusia se lanzó un desafío sin precedente, con tecnologías probadas para destruir estados independientes. Pero nosotros somos de los pocos, y quizá los únicos, en que fracasaron ese tipo de revoluciones de colores (eufemismo que utilizan los gobernantes en el espacio postsoviético para justificar sus excesos y descalificar las protestas de su población al decir que son organizadas y financiadas desde el exterior).

Alemania, Dinamarca, República Checa, Eslovaquia, Estonia, Letonia, Lituania y Polonia son los primeros países que ayer no reconocieron la legitimidad de Lukashenko, mientras Svetlana Tijanovskaya, candidata unificada de la oposición y forzada a exiliarse, comentó en un video por Internet: La llamada toma de posesión de Lukashenko es, por supuesto, una farsa. Cree él que tiene legitimidad, aunque su anterior mandato ya terminó y el pueblo no le ha dado uno nuevo. De hecho, hoy se jubiló.

La policía dispersó con cañones de agua a quienes intentaron protestar ayer en la capital bielorrusa y, como suele suceder, detuvo a los más activos. El próximo fin de semana, seguramente, miles de inconformes harán que se escuche en las calles de Minsk y otras ciudades de Bielorrusia lo que piensan de Lukashenko.