Opinión
Ver día anteriorLunes 31 de agosto de 2020Ver día siguienteEdiciones anteriores
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Desde el otro lado

Distopía

L

a convención del Partido Republicano fue un ejemplo claro de la capitulación en la búsqueda de algún elemento que pudiese coadyuvar a reconstruir el desastroso estado de ánimo en que se encuentra Estados Unidos. Un desfile interminable de oradores reiteró una y otra vez su adoración por Donald Trump, y el clímax llegó cuando el vicepresidente Pence acuñó el lema que dará cuerpo a la campaña que empieza: Hagamos América grande nuevamente. No queda claro si se trata de regresar al pasado en el que Estados Unidos cimentó su exitoso crecimiento o de reditar los fracasos mediante los que Trump ha tratado de derruirlo. Trump y sus corifeos no parecen caer en cuenta que el creciente individualismo que ha corroído a la sociedad estadunidense es el que ellos han llevado al paroxismo en los últimos cuatro años. La mentira como sistema y el cinismo como coartada han caracterizado los pasados cuatro años como forma de gobierno, sin mediar la más mínima capacidad de reflexión o autocrítica. El resultado es una nación dividida en la que sus integrantes difícilmente se reconocen a sí mismos como parte integral de ella.

Después de escuchar cómo crecía la montaña de mentiras que los participantes repetían sin el menor recato, y el lenguaje incendiario fulminando a quienes tienen una opinión diferente, sólo queda preguntar ¿en qué planeta creen que viven o, hasta dónde puede llegar su capacidad de autoengaño? Al crecimiento astronómico de quienes han sido infectados y han muerto por efecto de la pandemia respondieron: Así es, qué le vamos a hacer, la gente se tiene que morir. A la brutalidad con que la policía continúa agrediendo y victimando a la población de color dicen: la consigna es orden y castigo. A la necesidad de recrear la democracia garantizando el voto de la mayor cantidad de ciudadanos espetan: no, porque mientras más votos, mayor es el fraude, sin pruebas que permitan demostrarlo.

La Casa Blanca ha construido una gigantesca maquinaria de propaganda para distraer la atención de los problemas esenciales en Estados Unidos. Su paradigmática visión de un país como espectáculo televisivo amenizado por un histrión es correspondiente con su pretensión de recrear una nación de castas que se ahogan en el cinismo, la mentira y la desigualdad social y económica.

La moneda está en el aire y la pregunta es si los demócratas, con Biden y Kamala, son capaces de revertir la distopía construida por el mesías del Partido Republicano.