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Tumbando caña

Septeto Habanero,un siglo de son

C

omienza el siglo XX en Cuba y su capital, La Habana, es el centro de múltiples acontecimientos socioculturales y económicos. Son años en que los trovadores reinan en las noches, años en que el Café Vista Alegre es el lugar donde coincide la bohemia intelectual; en los que el son oriental, distinto del habanero, se abre paso en la ciudad capital y el danzón es el baile de moda en todos los salones. Son, igualmente, los años en que se forja la leyenda de los grandes solares habaneros, leyenda que tendrá como centro a sus moradores y en los que tambores, claves y tres darán a luz a una formación musical que definirá la forma de hacer el son en esta urbe que aún no se acercaba a su primer millón de habitantes.

Será el guitarrista Gerardo Martínez quien defina el son de esos tiempos, al fundar el primer sexteto conocido que tendrá por nombre Habanero.

El registro de su fundación data de junio de 1920. Como todos los integrantes del conjunto eran nativos de la capital, el nuevo nombre del grupo se impuso de manera natural.

El Habanero representó la transición del son desde las zonas montañosas y rurales del oriente de la isla hasta alcanzar influencia urbana en La Habana. Ellos fueron quienes, antes que nadie, tocaron y cantaron el son a la manera habanera, esto es, puliéndolo y estilizando el carácter más rudimentario del son oriental.

En su primer momento, el Habanero estuvo integrado por Guillermo Castillo (dirección, guitarra y voz segunda) y Gerardo Martínez (voz primera), que provenían del Cuarteto Oriental; Carlos Godínez (tres), Óscar Sotolongo (bongó), Antonio Bacallao (botija) y Felipe Neri Cabrera (maracas y coro), hasta la inclusión de la trompeta, en 1927, ejecutada por Enrique Hernández. Con ella se establece una de las agrupaciones emblemáticas de la música popular cubana: el septeto.

Por su peculiaridad sonora y personalidad tímbrica, por el respeto a los valores tradicionales del son oriental y un repertorio original, el Septeto Habanero empezó a destacar como el más genuino exponente del son cubano y uno de los más destacados intérpretes de la música tradicional cubana.

El son fue ganando espacios. Se consolidaron los sextetos y los septetos, y aparecieron algunos que marcaron época, como el Nacional, de Ignacio Piñeiro, o el de Alfredo Boloña. Pero el Habanero fue crucial para el éxito del son. En 1924 graban La maldita timidez, de Carlos Valdés Brito, hecho que la convierte en una de las primeras agrupaciones de su tipo en entrar a un estudio de grabación contratada por el sello RCA Victor. En la misma marcan registran A la loma de Belén, Yo no tumbo caña, Aurora y Tres lindas cubanas, que de inmediato se convirtieron en éxitos rotundos.

En los años 40 y 50, en la medida que cambiaban los gustos musicales y muchas agrupaciones incluían nuevos instrumentos –teclado, tumbadora, güiro, diversas trompetas–, el Habanero también lo hizo. Poco a poco el septeto fue pasando de moda, aunque nunca desapareció.

Sobreviviente de las corrientes musicales de la salsa neoyorquina y la timba cubana, el Habanero ha permanecido brindando conciertos en Cuba y el extranjero, realizando grabaciones y vindicando la tradición sonera.

Con cambios naturales, debido a la desaparición física de algunos de sus integrantes, la emblemática agrupación conocida como la escuela de los soneros, pues en su larga trayectoria han pasado por sus filas numerosos músicos que se convirtieron en destacados exponentes de este cubanísimo género, llega hasta nuestros días manteniendo el mismo formato y la misma sonoridad que lo ha caracterizado. Esto lo pudimos comprobar el año pasado cuando se presentaron en el 23 festival Internacional Afrocaribeño, organizado por el Instituto Veracruzano de la Cultura. En el foro principal del zócalo porteño tocaron un repertorio antológico representativo de las 10 décadas de funcionamiento.

Entre los temas destacaron los clásicos Tres lindas cubanas, Papá Montero, Aurora, Alerta a los bailadores, La loma de Belén, El guaguancó del típico y Orgullo de los soneros, muy del agrado de la concurrencia.

La explicación del porqué el Septeto Habanero tiene gran aceptación entre jóvenes y adultos se debe, según nos comentó en entrevista Jaime Gracián Hernández, representante del grupo, a su calidad musical y el buen gusto a la hora de interpretar los temas. Todo ello ha influido en la longevidad del septeto. Siempre hemos podido contar con autores y compositores propios que han enriquecido el repertorio. Por eso nos conservamos en la primera división de la buena música cubana.

Por estas fechas, y a manera de celebración por el centenario de vida musical, el Instituto Cubano de la Música, por conducto del sello Colibrí, ha publicado el álbum doble Septeto Habanero. Cien años, que es una compilación de 26 temas que marcan su historia, trascendencia y continuidad.