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Carlos Bardem llama a sepultar al Hitler y potenciar al Mozart que llevamos dentro
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▲ Carlos Bardem charló con La Jornada de su novela Mongo Blanco, publicada por el FCE para su distribución en México.Foto Chris Esqueda
 
Periódico La Jornada
Lunes 10 de agosto de 2020, p. 6

El libro Mongo Blanco –ganador hace unas semanas del Premio Espartaco a Mejor Novela Histórica que entrega la Semana Negra de Gijón, en España– es más que una historia de verdaderos piratas: negreros y traficantes que impulsaron la economía de España con el tráfico y comercio de esclavos en América Latina en las primeras décadas del siglo del siglo XIX.

También permitió a su autor, el escritor y actor español Carlos Bardem, reflexionar sobre aquello que la filósofa alemana Hanna Arendt denominó la banalidad del mal. Es decir, cómo personas comunes y corrientes participan en grandes atrocidades.

Me interesaba explorar esa dualidad que hay en todo ser humano, sin cliché. Dentro de nosotros hay un Hitler y un Mozart. La obligación es sepultar al primero y potenciar al segundo; así debería ser, señala el también historiador, nacido en Madrid en 1963.

Pero sabemos que dentro de nosotros está lo mejor y lo peor del ser humano. Es una de las cosas apasionantes de contar historias. En mi caso, como escritor y actor puedo explorar rincones que, en principio, pueden considerarse muy ajenos, pero cuando se conocen, la mirada cambia.

Bardem habla en entrevista con La Jornada a propósito de la reciente publicación de esa novela por el Fondo de Cultura Económica (FCE) para su distribución en México y el resto de América Latina, luego de su lanzamiento, hace año y medio, en el panorama editorial español.

Mongo Blanco es un volumen de poco más de 600 páginas, sustentado en una acuciosa investigación documental, que relata la epopeya de un personaje real: el poderoso y legendario malagueño Pedro Blanco Fernández de Trava, el mongo (rey) de Gallinas, narrada por él mismo al doctor del manicomio donde terminó sus días.

En videollamada desde Madrid, el autor acepta que, por su extensión, se trata de una obra que va en contra de la tendencia natural del mercado editorial, y aclara que no es escritor de fórmulas: Como dicen ustedes en México: ¡Me vale madres la dinámica editorial! Escribo lo que me gusta y apasiona.

Comenta que éste se convirtió en un libro muy extenso por una necesidad natural, al ser un fresco muy completo, sino es que absoluto, de la trata de esclavos transatlántica en el siglo XIX, algo que no puede contarse en pocas páginas con la minuciosidad con la que está contada aquí.

Refiere que uno de los detonantes de la novela fue advertir que, aunque es historiador de formación, no sabía nada de Pedro Blanco, como sucede con el resto de la sociedad española.

Al investigar, dice, descubrió que ese desconocimiento se debe a que en España, al menos, no se sabe casi nada, fuera del círculo académico, de la participación de esa nación en la trata de esclavos, que fue intensa y extensa en el siglo XIX.

El origen de las grandes fortunas de este país y de muchas de sus instituciones está en la sangre de los esclavos, en los cañaverales de azúcar de Cuba y Puerto Rico, de las Antillas españolas, afirma.

Hay que tener en cuenta que España es el último país de Europa, y el penúltimo del mundo, en abolir la esclavitud (el último fue Brasil). Lo hizo en 1886; en la Península sí la habían abolido en 1837, pero la mantuvieron en Cuba, por intereses de la Corona, que era propietaria de esclavos, y de toda la oligarquía y la nobleza de la Isla y la Península, que participaban en el tráfico de los mismos.

Carlos Bardem considera que en aquella época el esclavismo era visto por la sociedad como una práctica normal, por lo que resalta que esta novela también busca ser un llamado de atención a estar alertas para no ser cómplices de las atrocidades que constantemente nos publicitan a través de tantos aparatos ideológicos y de difusión.

Destaca que aunque este libro habla del esclavismo español en Cuba, sus mecanismos, de una forma u otra, se perpetuaron en toda Latinoamérica. Ante ello, considera esencial saber cómo funcionaban las sociedades esclavistas, porque da mucha información sobre ellas y permite comprender por qué hay heridas en algunas sociedades modernas que no están cerradas, lo cual, a su decir, es esencial para curarlas.