Cultura
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▲ Wimer entrevistó a Javier Platas Jaramillo, Mónica del Águila, Álvaro Bitrán, Pilar Gadea, Natalia Pérez Turner e Ina Velasco. Foto cortesía de Teatro del Mundo Producciones

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Daniel López Aguilar
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Vox Libris
El obsceno pájaro de la noche

La novela El obsceno pájaro de la noche del escritor y periodista chileno José Donoso Yáñez (1925-1996), es considerada, desde 1970, año en que se publicó por primera vez, como su mejor obra, además de estar llena de ambición literaria. El autor exhibe gran imaginación para crear un mundo poblado de personajes que se confunden entre lo humano y lo monstruoso. En esta ocasión editada por Alfaguara, se muestra en sus páginas una de las mejores paradojas que definieron la obra del también académico. Con autorización de la editorial ofrecemos a los lectores de La Jornada un fragmento del ejemplar.

El terror

En algún punto de El obsceno pájaro de la noche de José Donoso, un patrón de fundo llamado Jerónimo de Azcoitía construye un país privado para su hijo, que ha nacido con varias deformidades. Utopía e infierno a la vez, ese país estará poblado por sujetos contrahechos, monstruos de feria y personajes bizarros que han sido contratados a través del territorio para que finjan ser ciudadanos de aquel lugar, donde lo normal será lo raro, lo extraño, la materia desde la que se define lo cotidiano. En otro momento de la novela, un narrador soñará con ser imbunchado, con que le cosan los agujeros del cuerpo para integrarse al aquelarre de brujas que habita en una casa de reposo para ancianas y niñas huérfanas en La Chimba, al otro lado del río Mapocho. Todas estas mujeres, que alguna vez pertenecieron al servicio doméstico de la aristocracia chilena, ahora esperan la llegada de un niño santo, hijo de una asilada. En otro episodio, sobre el final, una mujer soñará que le están robando sus órganos. La paranoia la poseerá. Todo transcurrirá en ese hospicio cuyo patio está lleno de santos rotos y donde las viejas (no hay nada que le atraiga y le aterre más a Donoso que la palabra vieja), conspiran entre murmullos, rodeadas de paquetes con un contenido desconocido que son esos tristes fetiches que atesoran de modo obsesivo.

Carlos Paul