Opinión
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American Factory
U

na fábrica de desempleados. La idea inicial del documental American Factory (2019), de los estadunidenses Steven Bognar y Julia Reichert, remonta al cortometraje The Last Truck que ambos realizaron en 2008 para describir el clima social prevaleciente en Moraine, una pequeña ciudad de Ohio, luego del cierre obligado de una fábrica automotriz de General Motors. Una década después, los cineastas regresan al lugar para valorar todo lo que ha cambiado en el ánimo de los antiguos trabajadores despedidos, después de que Cao Dewang, poderoso industral chino, fundador de Fuyao, compañía fabricante de vidrios para automóviles, comprara la industria abandonada, la reanimara con 200 obreros calificados chinos y diera empleo a trabajadores locales, hasta crear una planta laboral de 2 mil 200 personas.

El rápido desarrollo de la empresa Fuyao Glass America, baluarte de una exitosa colaboración empresarial chino-estadunidense, lo refiere la pareja de documentalistas de manera ágil y atractiva, destacando el inusitado clima de concordia entre los trabajadores agradecidos por recuperar su antiguo empleo y los obreros chinos deseosos de compartir con ellos su experiencia laboral en Estados Unidos, ese insólito país, para ellos casi mítico, que descubren con azoro y con cautela. American Factory se aparta rápidamente de esta primera aproximación anecdótica para ahondar en los evidentes contrastes culturales, dejando muy de lado todo posible antagonismo ideológico, por lo demás muy leve. Por un lado, los obreros estadunidenses advierten con pasmo la mística laboral de un lejano oriente donde el número de horas laborables sólo tiene como límite la resistencia inagotable de los trabajadores. Tampoco parecen importar demasiado ni los montos del salario ni la conquista de prestaciones sociales, pues todo este engranaje laboral/patronal pierde relevancia en un sistema político pretendidamente igualitario.

En el otro extremo, los trabajadores chinos no aciertan a entender la inclinación de sus anfitriones por tener cargas mínimas de trabajo y mayores remuneraciones y beneficios laborales, sin hablar de ese tabú desconcertante que representa la creación de un sindicato que represente y defienda los intereses de los empleados. Para los empresarios chinos, un sindicato es sólo un mecanismo de control que obstaculiza la productividad y el rendimiento, dado que la ética laboral a que adhieren se rige por una sabiduría ancestral según la cual una montaña no puede tener dos tigres a la vez.

Resulta así irónico ver en el documental a un grupo de obreros estadunidenses a quienes se les lleva a visitar China, a manera de incentivo y recompensa, para que asistan al mundo feliz de la regimentación de las conductas laborales. En ese paraíso de la productividad se ha desterrado la cultura del ocio y el individualismo. Los visitantes pueden contemplar ahí con estupor la recolección de pedazos de vidrio en los basureros para reciclarlos metódicamente en una industria que no tolera el desperdicio. El afán propagandístico de los empresarios chinos es evidente y tan candoroso como la promoción que hacen de la moderna ciudad de Shangai como una segunda Manhattan. Lo notable de American Factory es su renuencia a tomar partido en ese pintoresco duelo de conquistas culturales, y su apuesta por exponer la explotación laboral que lleva a cabo la empresa china en Estados Unidos, y que sólo es anticipo de una contrarreforma laboral mucho más amplia. Las imágenes premonitorias son impactantes: los recursos humanos serán remplazados progresivamente por una mecanización sin freno; el personal calificado se volverá obsoleto y la mano de obra cada vez más prescindible. En rigor, el documental alude a una futura generación de desempleados y a la realidad orwelliana que una compañía como Fuyao Glass America intenta recrear globalmente. La mirada perpleja y resignada de los obreros que votan mayoritariamente contra la creación de un sindicato por temor a perder sus empleos, resume el drama de un futuro laboral incierto, lo cual es ya en sí un tema de enorme actualidad y pertinencia.

American Factory, un proyecto apoyado por la plataforma Higher Ground, de Michelle y Barack Obama, obtuvo el Óscar este año a la mejor película documental. Se exhibe en Netflix.

Twitter: @CarlosBonfil1