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Apuntes postsoviéticos

Resultado más que obvio

L

a reforma constitucional –diseñada por y para el presidente Vladimir Putin– se aprobó en tiempo récord por todas las instancias que forman parte de la élite gobernante, pero para entrar en vigor requiere de la legitimidad de las urnas.

Para ello los operadores políticos del Kremlin se sacaron de la manga una votación popular que no contempla la propia Constitución, que no es vinculante, que no exige la mitad más uno del padrón para ser válida, que no admite observadores, que permite votar en el transcurso de una semana, que no evita que una misma persona ejerza su derecho al sufragio varias veces, que lleva las urnas a las casas de los jubilados y un largo etcétera de excepciones y facilidades que restan toda seriedad a una votación legitimadora que nada tiene en común con un referendo, el cual no se puede convocar para modificar la Carta Magna.

La votación concluirá el 1 de julio siguiente con un resultado más que obvio: la reforma será aprobada y entrará en vigor. Lo único que –en estos tiempos de coronavirus con muchos descontentos por la pérdida de empleo, desplome de su nivel de vida y el manejo de la emergencia sanitaria desde el Kremlin– podría empañar el triunfo anunciado, y la posibilidad que pretende Putin de perpetuarse en el poder, es una participación escasa.

Ello no va a suceder: la cifra de asistencia será la que decidió ya la Oficina de la Presidencia –se comenta, no menos de 55 por ciento de participación, con entre 60 y 65 por ciento de votos en favor– para satisfacer el anhelo de legitimidad del titular del Krem-lin. Dispone de recursos para inducir, si no el sentido del voto, sí la participación de los millones de personas cuyos ingresos dependen del presupuesto (pensionistas, empleados públicos, trabajadores de los grandes consorcios del Estado, maestros, médicos), aparte de quienes acudan con la idea de sacarse, como en Moscú, un vale de descuento (hay 2 millones) para tiendas, restaurantes y bares que se rifarán entre quienes vayan a votar, igual que otros premios.

Hace 12 años Putin pensaba muy diferente: “Desde el primer día en el cargo de presidente de la Federación Rusa decidí que no voy a violar la Constitución vigente (…) Creer que el sillón de jefe máximo es tuyo para siempre, hasta la muerte, lo considero absolutamente inadmisible”.