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Homenajes a Saramago a 10 años de su muerte

En la isla de Lanzarote se ofrece hoy un concierto en su honor // En Lisboa, actores leerán su novela póstuma

 
Periódico La Jornada
Jueves 18 de junio de 2020, p. 6

Una enfermedad se propaga incontrolable, los peores síntomas son el miedo y el egoísmo. Un hombre presagió en su literatura una pandemia que paralizó al mundo: José Saramago, escritor portugués que falleció el 18 de junio, hace 10 años. Yo escribo para desasosegar, manifestó públicamente.

Somos ciegos en una sociedad salvaje, así tuvo la visión en su novela Ensayo sobre la ceguera, publicada en 1995, tres años antes de ganar el Premio Nobel de Literatura. Hoy, con el mundo confinado, nos habla con voz vigente. Transgresor de las reglas de la escritura, el autor portugués fue un humanista preocupado por la desigualdad y la injusticia.

En sus novelas cambió la historia, muchas veces no lejos de la polémica, como en El evangelio según Jesucristo, y nos contó sobre el gran poeta Fernando Pessoa en El año de la muerte de Ricardo Reis.

Su versión personal sobre el Mesías motivó su cambio de residencia a la isla de Lanzarote, en España, después de la censura en su tierra natal. Es aquí, en la biblioteca que lleva su nombre, donde a propósito de su décimo aniversario luctuoso se realizará un concierto, con Carlos Rivero en el chelo y José Vicente en el timple. Se transmitirá hoy al mediodía (horario de las islas Canarias) por A Casa José Saramago, canal de YouTube.

Por la tarde, a las 18:30 horas, la Fundación José Saramago en Lisboa lo homenajeará con la lectura (efectuada por varios actores) de la novela Alabardas, alabardas, escopetas, escopetas, que estaba realizando cuando falleció y se publicó en 2014.

José de Sousa Saramago nació el 16 de noviembre de 1922 en Azi-nhaga, un pequeño pueblo a 120 kilómetros de Lisboa, donde pasó su primera infancia. El mundo es tan bonito y yo tengo tanta pena de morir, mencionó sobre su abuela, quien vislumbró la muerte como si la vida de pesadilla y continuo trabajo que había sido la suya, en aquel momento casi final estuviese recibiendo la gracia de una suprema y última despedida, el consuelo de la belleza revelada.

Como sus abuelos campesinos, tomó las palabras de sus antepasados y las convirtió en un incansable rumor de memorias. Aunque inició la carrera de escritor ya avanzada su vida, fue autor de novelas, poesía, teatro y hasta de libretos de ópera.

Estudió en una escuela para aprender el oficio de cerrajero, aunque no pudo continuar con su educación al no contar con suficientes recursos y tuvo que dedicarse a trabajar. Fue en la biblioteca pública, leyendo a los clásicos, donde siguió aprendiendo el otro oficio, el de contar.

Antes de decidir dedicarse por completo a las letras en 1969, fue mecánico, contador, vendedor de seguros, periodista, traductor y editor. Publicó en 1947 su primera novela, Tierra de pecado. Y luego guardó silencio por 30 años.

Levantado del suelo, en el que retoma las vivencias del pueblo campesino de Alentejo, se publicó en 1980. Siguieron, entre sus obras más conocidas: Memorial del convento (1982), El año de la muerte de Ricardo Reiss (1984), El evangelio según Jesucristo (1991), Ensayo sobre la ceguera (1995) y Todos los nombres (1997).

Y llegó el Nobel en 1998, reconocido por volver comprensible una realidad huidiza, con parábolas sostenidas por la imaginación, la compasión y la ironía.

Prolífico e incansable, siguió trabajando cada día hasta que a los 87 años la leucemia lo hizo caer en un sueño apacible en su casa. Su viuda, Pilar del Río, y la Fundación José Saramago preservan y difunden el legado del escritor.

En sus letras, de sabiduría y búsqueda de justicia, leyó en su discurso al recibir el Nobel de Literatura: Tuve conciencia de que estaba transformando las personas comunes que habían sido en personajes literarios y que ésa era, probablemente, la manera de no olvidarlos, dibujando y volviendo a dibujar sus rostros con el lápiz siempre cambiante del recuerdo, coloreando e iluminando la monotonía de un cotidiano opaco, sin horizontes, como quien va recreando sobre el inestable mapa de la memoria la irrealidad sobrenatural del país en que decidió pasar a vivir.