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Carlos Monsiváis, visibilizador de minorías
S

u pertenencia a una minoría le dio especial sensibilidad para confrontar la intolerancia. Carlos Monsiváis dijo ser un militante de causas perdidas. Cuando en 2008 varias instituciones culturales y educativas quisieron organizarle homenajes en razón de cumplir 70 años, Carlos no dio su visto bueno, rehusó ser centro de actividades semejantes y él mismo sugirió que solamente aceptaría el doctorado honoris causas perdidas. El galardón le fue otrorgado por la Universidad Autónoma de la Ciudad de México.

Involucrarse para enfrentar semánticamente y mediante activismo condiciones normalizadas pero que son contrarias a los derechos de diversos colectivos, implica dar cuerpo a la indignación moral y convencimiento que el entramado tradicional debe transformarse. Monsiváis consideró el día de su doctorado que identificarse con las causas perdidas era una elección ética con resonancias estéticas, de reivindicaciones y reclamaciones destinadas al fracaso inmediato, pero válidas en sí mismas y capaces de infundir ese momento de dignidad pese a todo. Lo suyo no era el derrotismo, sino conciencia de permanecer en la lid sabiendo de antemano que la reivindicación por la cual se lucha posiblemente no tendrá resultados inmediatos ni a mediano plazo.

En distintos momentos Carlos Monsiváis refirió de dónde le venía el interés vital por defender a las minorías. En 1965, cuando participó en el ciclo Narradores ante el público, después de subrayar la centralidad que para él tenía la lectura de la Biblia traducida por Casiodoro de Reina y Cipriano de Valera, se preguntaba si permanecía en él cierto talante identitario/ético propio de una institución educativa protestante: ¿Cuánto sobrevive en mi conducta actual, en mi moralismo ingenuo y formalista, en mi ferocidad autocrítica, de las lecciones de la Escuela Dominical? Si la Sala [Manuel M. Ponce, de Bellas Artes] este diván y confesionario, tiene la respuesta, no vacile en dármela. Este hugonote nativo se la implora. Y la herejía, mi falta de solidaridad ante el edipismo nacional que rodea a la Virgen de Guadalupe, me inició en saber qué se siente vivir en la acera de enfrente, el unas veces codiciado y otras aborrecido don de pertenecer a las minorías.

En 1966 Carlos publicó Antología de poesía mexicana del siglo XX, el mismo año apareció en la serie Nuevos escritores mexicanos del siglo XX presentados por sí mismos su autobiografía. En ella narra el éxodo familiar de la Merced a la colonia Portales, él era, dice, muy niño. El motivo del cambio fue asentarse en la tierra prometida donde los hijos crecerán en paz, sin el espectro del hambre y la intolerancia religiosa. En 1997 evocaba que las razones migratorias de mi familia, en ese éxodo atroz de los 40, fueron religiosas. Pertenezco a una familia esencial, total, férvidamente protestante y el templo al que aún ahora y con jamás menguada devoción sigue asistiendo, se localiza en Portales (Adela Salinas, Dios y los escritores mexicanos, Editorial Nueva Imagen, p. 95).

Por su experiencia minoritaria, Monsiváis sostenía que además de unirse para defender el derecho a la existencia, era importante ejercer la visibilización social en el entorno que estigmatizaba a una opción de vida considerada ilegítima. En este sentido él fue solidario con minorías ignoradas, despreciadas y/o perseguidas por ser consideradas anómalas según el orden de normalidad establecido tradicionalmente. Pero si bien la visibilidad en sociedades que van diversificándose es parte importante para las minorías, era y es imprescindible lograr reivindicaciones negadas y transformarlas en derechos reconocidos cultural y legalmente.

Él contribuyó denodadamente a que los marginado(a)s por decretos de la moralidad mayoritaria tuvieran espacios en el heterogéneo mural de la sociedad mexicana. El título de su libro Salvador Novo, lo marginal en el centro bien puede hacerse extensivo a las causas que lo movieron a solidarizarse con otro(s) perseguidos, invisibilizados, expulsados por la intolerancia y un orden social pretendidamente libre de las contaminaciones de los torcidos.

El entrañable Monsiváis tenía la que él mismo llamaba una extraña iconografía heroica, integrada por derrotado(a)s, quienes, sin embargo, al enfrentar en desventaja el sistema que negaba o regateaba sus derechos, abrieron brecha y sentaron bases para sedimentar culturalmente la diversificación y diversidad social. La persistencia de Carlos en hacer realidad las reivindicaciones de las minorías va en la línea de lo que Stefan Zweig escribió acerca de personajes similares: Incluso como vencidos, los derrotados, los que con sus ideales intemporales se adelantaron a su época, cumplieron con su misión, pues una idea está viva en la tierra con sólo ganar testigos y adeptos que vivan y mueran por ella. Desde el punto de vista del espíritu, las palabras victoria y derrota adquieren un significado distinto.