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En México, las serenatas virtuales relevan a la Plaza Garibaldi; en Colombia, se ofrecen rancheras a cambio de dinero o comida
 
Periódico La Jornada
Lunes 1º de junio de 2020, p. a12

Ciudad De México y Bogotá., Los mariachis mexicanos, acostumbrados a lo largo de tres siglos a sobrellevar revueltas, guerras, terremotos y, sobre todo, cambios en modas y gustos musicales, tratan de mitigar el quedarse en casa por la pandemia de Covid 19 con serenatas virtuales y fabricando con tecnología escenarios para remplazar las plazas y calles que han tenido que abandonar.

Nuestra principal urgencia no es sobrevivir sólo en lo económico, sino seguir desarrollando nuestra vocación musical, expresó Andrés Navarro, portavoz del movimiento Salvemos al Mariachi, que agrupa a unos 400 músicos que por lo general actúan en la Plaza Garibaldi.

Por medio de ese movimiento, en la plataforma Donadora.org se han propuesto recaudar 2.5 millones de pesos, no sólo para garantizar ingresos a los músicos en ejercicio y sus familias, sino también de muchos otros colaboradores como conductores, vestuaristas, fabricantes de instrumentos e incluso arreglistas y compositores.

La Plaza Garibaldi luce asombrosamente desierta.

Navarro admitió que las medidas sanitarias para evitar la propagación del virus podrían desaparecer, pero el reto de mantener vigente a los mariachis seguirá.

Necesitamos apropiarnos de la virtualidad y capacitar a muchos músicos en el uso de las tecnologías, indicó este violinista de 28 años, quien es parte de una familia vinculada a la música desde hace por lo menos tres generaciones.

En Colombia los mariachis comparten por estos días su angustia, donde debido a la cuarentena también han perdido a sus clientes habituales y ahora deben salir a las calles para ofrecer rancheras a cambio de monedas y raciones de comida.

Cielito lindo

Así las cosas, el estribillo de Cielito lindo, de Quirino Mendoza y Cortés, es hoy día más pertinente que nunca, como da cuenta la fría Bogotá, donde por estos días se ha vuelto común escuchar a cualquier hora del día guitarras, vihuelas, violines y trompetas.

Somos seis los integrantes y antes cobrábamos alrededor de 48 dólares por una tanda de canciones. Ahora, nos paramos en las calles de barrios de clase media y alta y empezamos a tocar, después, pedimos lo que la gente nos quiera dar, contó Fabio Ortega, del Mariachi Jalisco.

Los mariachis colombianos no sólo vieron cambiar su dinámica laboral, sino también aceptar algunos añadidos a su indumentaria: ahora también tienen que usar guantes de látex y cubrebocas.

¿Sabes una cosa? Tengo algo que decirte y no sé cómo empezar a explicar lo que te quiero contar, expresó con un fino sentido del humor y una recia voz Mauricio Lizcano, que con una canción popularizada por Luis Miguel ironiza sobre lo difícil de cantar con cubrebocas.

Éstas son las cosas a las que nos ha llevado esta peste. No hay de otra. Uno se asfixia, se agota, suda por litros, pero son los sacrificios que se deben hacer por no dejar a la familia pasar hambre, agregó.

La estrategia no es otra que aparcar en calles vacías y silenciosas de barrios medianamente acomodados y encender los parlantes portátiles al máximo para llamar la atención de los moradores del lugar: algunos aplauden y salen a hacerles coro y otros cierran las ventanas para continuar aislados en su mundo.

¡A mí esto me parece tan lindo! Que vengan a la puerta de tu casa a darte serenata es lo mejor que ha pasado en esta cuarentena. Además uno les puede pedir canciones, como a la carta, relató Gloria Torres, una adulta mayor.

Al barrio de Gloria llegaron en mayo no menos de seis mariachis, cuyos integrantes, entre tonada y tonada, recogen el dinero o los alimentos que les quieran dar.

A veces no tengo plata, y aunque sea una libra de arroz o de frijol les doy. Creo que se lo merecen, porque esto de traer felicidad en estas circunstancias no es fácil, señaló María Gamboa, vecina de Gloria.