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Ruta sonora

Little Richard: irruptor primigenio // Tony Allen: leyenda del afrobeat

“E

lvis Presley podrá haber sido el rey del rock & roll, ¡pero yo soy la reina!”, dijo alguna vez con el humor ácido y poca modestia que le caracterizaba, Richard Wayne Penniman (1932-2020), mejor conocido como Little Richard, según cita referida por el cronista Mark Deming (allmusic.com). Y es que ese hombre afroamericano de peinado extravagante y ojos delineados, con la pierna trepada sobre un piano blanco, sabía bien quién era y lo que había aportado. Fallecido por cáncer el pasado 9 de mayo a los 87 años, aunque estaba retirado desde 2015 (antes seguía teniendo apariciones públicas), el mundo se queda sin uno de los más importantes pilares de un género que, al lado de otros de su generación, empezaba a llamarse Rock & Roll (término acuñado por el locutor Alan Freed en 1952). Si Bo Didley y Fats Domino brindaron la claridad composicional, Bill Halley la transición del boogie al rocanrol de salón, Chuck Berry la forma en que un requinto de guitarra eléctrica debía sonar, Jerry Lee Lewis la forma de ser un forajido al piano, Little Richard dictó el toque de desfogue que el rock necesitaba para terminar de definirse como irrupción cultural. Su aparición fue co-mo un rayo: relativamente fugaz en cuanto a hits primigenios (1955 a 1957), pero fulminante y definitivo. Apodado el arquitecto del rock, fue innovador al fusionar la tradición melódica del góspel y el estilo rhythm & blues sureño, con el sonido desvencijado del piano de cantina, todo llevado a un extremo expresivo que no se había visto antes en una misma mezcla; apasionado, intenso y deschongado, retó a la formalidad y las buenas costumbres, primero con algo tan simple como tocar de pie y luego con un maquillaje que mostraba con orgullo y sin pudor, su homosexualidad, en una época aún llena de tabúes raciales y sexuales. A eso se suman sus canciones salvajes, crudas, hedonistas, eróticamente sugerentes, enmarcadas por agudos saxofones y tambores trepidantes volando sobre su sonido clave: un piano rítmico tocado en staccato, aunado a una voz exaltada, gritada (pocos habían cantado así antes), enmarcada por sus wooo únicos, los cuales serían imitados por los Beatles (en particular, por Paul McCartney, quien tras la muerte de Richard, refirió en redes que todo lo que llegó a ser, se lo debe a aquél), causantes de millones de alaridos adolescentes. Mick Jagger y Keith Richards también reconocieron la importancia de su legado: el primero refirió lo mucho que aprendió de Richard como performer. Crucial fue que, tanto los de Liverpool como los Rolling Stones, llegaran a hacer gira con su ídolo: su figura apadrinó directamente a dos de las bandas más influyentes del rocanrol. Qué decir de su influjo sobre personajes como David Bowie o Prince, entre cientos más.

Crecido en un entorno cabaretero y travestista en su natal Georgia, donde aprendió a desenvolverse con soltura, el conocido en el mundo hispano como Ricardito, aportó también, sin buscarlo, el estereotipo disoluto del rockstar: cuando empezó a triunfar con éxitos como Tutti frutti (tema sobre sexo gay), Good golly Miss Molly, Lucille, Long tall Sally, Ready Teaddy dilapidó sus ganancias en carros lujosos, joyas, mansiones, drogas, orgías, acciones de las que luego se retiraría por casi una déca-da al desaparecer de la vida pública y llevar una vida religiosa, vaivén que lo acompañaría toda su vida (regreso a la religión, regreso a los escenarios). Podría decirse que en cuanto a conceptualización artística, contribuyó a que el ser un desbocado irruptor que se sale de to-das las casillas, se volviera un acto divertido, en-comiable, inspirador, imitable, valiente. Sin duda, incluso hoy, Little Richard suena desa-fiante. Descanse en paz uno de los más grandes.

Adiós al gran baterista

Este espacio no quería dejar de hacer notar la partida (30 de abril, por aneurisma) del baterista nigeriano Tony Allen, discreto pero gigante por su legado rítmico. Base percusiva del megacombo África 70 (1969-1980), comandado por Fela Kuti, fue considerado por este líder como el cocreador del afrobeat (música africana del oeste con soul, rock, sicodelia, funk y jazz). Brian Eno, genio inglés del ambient y la electrónica, lo llegó a considerar el mejor baterista que hubiera conocido. Allen tuvo un destacado segundo aire en los dosmiles tras irse a vivir a París, donde los más hype lo invitaron a sus grabaciones: Air, Sebástien Tellier, Charlotte Gainsbourg; el salto mayor vino cuando Damon Albarn (Blur, Gorillaz) armó con él y otros músicos históricos, The Good, The Bad and the Queen. Allen seguía en activo, grabando álbumes de fusión cada vez más finos. En marzo editó Rejoice: viejas sesiones con el trompetista Hugh Masekela. A días de su muerte, Gorillaz editó el sencillo How Far?, grabado con Allen. Su innumerable discografía puede checarse acá: https://bit.ly/3fONfEt. Se nos siguen yendo las leyendas

Twitter: patipenaloza