Opinión
Ver día anteriorMiércoles 6 de mayo de 2020Ver día siguienteEdiciones anteriores
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El Fondo Nacional para la Cultura y las Artes
L

a desaparición de los fideicomisos decretada por el presidente Andrés Manuel López Obrador provocó, en el mundo de la cultura, una reacción fuerte, natural, por la incertidumbre sobre el futuro del Fondo Nacional para la Cultura y las Artes.

Desgraciadamente, a las voces legítimas de muchos creadores, preocupadas por la desaparición del Fonca, se sumaron otras, como aquella que afirmó que estábamos frente a un acto de barbarie.

Esta última, más que esclarecer las cosas buscaba, me parece, provocar el ruido y la furia, la gritería. Sigue en campaña. Es lástima: la crítica, ya lo decía el poeta Octavio Paz, empieza con la autocrítica.

Le pregunté a Adriana Konsevik, secretaria ejecutiva del Fonca, a qué se enfrentarían los creadores con la desaparición de los fideicomisos: El dinero para los programas y compromisos que tenemos subsiste, sigue adelante.

Además, me asegura, se está dando una certeza jurídica y presupuestal desde la cual poder actuar que no teníamos. Estábamos en el aire, en la peor de las condiciones.

La autonomía presupuestal que se tenía por medio de un fideicomiso y que con razón preocupa a muchos era, para la funcionaria, relativa:

“Lo más importante ahora es tener una estructura para tener certeza presupuestal. Hoy el Fonca –y no a raíz de la desaparición de los fideicomisos– no tiene una certeza presupuestal, no tiene un recurso presupuestado: dependemos de la buena voluntad de una de las subsecretarías –de la que dependemos, por supuesto– y ha habido un compromiso de darnos los recursos que requerimos mes con mes, pero lo ideal es que esto no tenga que ser así”.

La autonomía dependía de la autonomía de un fideicomiso, pero el Fonca vive realmente del presupuesto fiscal.

Gerardo Estrada, ex funcionario con larga trayectoria en la administración pública en el área de cultura, me había advertido que uno de los riesgos de la desaparición del Fonca es que dejaría de ser una estructura horizontal en la que los propios creadores deciden qué proyectos impulsar basados en la calidad de las propuestas, para convertirse en una estructura vertical.

¿Así es? ¿Todo dependerá de las decisiones del secretario en turno? ¿Bajo qué principios se construye esa nueva estructura?

Bajo los principios de libertad de creación (principio irrenunciable, me dice Adriana Konzevic); bajo el principio de que el Estado debe estimular la creación y la cultura, y bajo el principio esencial de la selección entre pares, perfeccionándola cada vez más.

Trabajarán en la construcción de la nueva estructura, me asegura, de la mano de las comunidades artísticas. Estamos abiertos al diálogo; estamos instalando un sistema para recibir las peticiones.

Construir una nueva dirección con un estatus similar a la del INAH o el Inbal, como se quiere, es posible, claro, pero no es tarea fácil. Ni rápida.