Opinión
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Tumbando caña

¡Cumpliste, cantor!

L

a muerte de Óscar Chávez nos paralizó. Sorprendente, sorpresiva y dolorosa fue la noticia. Con un ¡ay! del alma y un nudo en las tripas la recibimos. ¡Malditísima pandemia, te lo llevaste!

Profundo dolor y doble pesar por no poder despedirlo como hubiéramos querido. Lloramos, desde el triste confinamiento y nos reconfortamos con su recuerdo, sus canciones y un trago fuerte de licor.

Te fuiste, Óscar, pero cumpliste. Nos alegraste con tus canciones, nos dejaste tu ejemplo de hombre recto, honesto y congruente; tu calor de amigo…

Tu carrera fue un navegar contracorriente. Tu vida un faro de luz, un ejemplo a seguir.

Ahora vendrán los homenajes. Eso promete la oficialidad para cuando pase la pandemia. Pero que estos homenajes no sean más de los mismo: el acostumbrado discurso con lugares comunes de citas alabatorias, que nunca le gustaron. Que acercar la vasta obra a todos lo oídos posibles, que se publiquen sus discos que se divulguen sus canciones y su poesía, que por medio de su trabajo se reconozca su valor.

Hace falta, para asegurar al cantor un largo espacio de recuerdo, realizar lo que el hizo (la cartografía musical de México) compilar su obra y ofrecerla a las puertas (lo que nunca hicieron los medios comerciales) a todo el público. Que de su obra se valga la SEP para llevarla a todas las escuelas del país; que la Fonoteca Nacional, la radio universitaria y las televisoras del Estado establezcan programas de divulgación para acercarla a todos los de aquí y más allá. Que los niños y las nuevas generaciones conozcan a este cantor que confeccionó sonetos; habló de reivindicaciones políticas; disertó sobre el devenir de México, país al que amó y deseó siempre lo mejor; musicalizó a poetas y prosistas. Que se sepa que por aquí anduvo (y anda) un cantor que cumplió con refrescar y difundir nuestro canto, el nuestro y el de otros solares.

Con Pepe González Márquez y Mario Ardila empezó la aventura musical. Herencia lírica mexicana, se titularon sus primeros trabajos. Luego vinieron Los Morales, Daniel García Blanco, Chamín Correa, Los Hermanos Rincón y Guillermo Velázquez, entre otros notables músicos, con los que trabajó en la divulgación de muchísimas canciones; más de mil, se dice.

La curiosidad por decubrir lo nuestro y la voluntad divulgativa fueron parte de su rumbo profesional. Su producción musical más destacada es la relacionada con la música popular mexicana. En ella se colaron la canción política y las sátiras de los tiempos de la Independencia, la Revolución Mexicana y la Reforma hasta llegar al acontecer actual que comentaba haciendo parodias con base en canciones conocidas. Por tal narrativa musical se le identificó como cantor de protesta, que no le disgustaba, pues decía siempre estoy protestando por lo que no me parece.

Óscar se convirtió en la voz de los olvidados, de los marginados, y a través de su canto nos obligó a conocer más de nosotros mismos.

Firme y recatado a la vez, su actitud resulta doblemente sorprendente por el hecho de que su trabajo musical haya permanecido eclipsado tras el resplandor descomunal de lo impuesto masivamente por los medios electrónicos comerciales que, inmisericordes, lo desplazaron a un plano marginal. Pero el hombre resistió a lomo de su versada y su ejemplo digno.

Óscar resistió –no hay otra forma de decirlo– todas las negaciones, menos la de su público, un conglomerado fiel y creciente que acudía masivamente a sus conciertos, compraba sus discos y cantaba sus canciones.

En su historia musical hay muchos hitos, pero el que más destacaba el buen Óscar (además de su participación en el movimiento estudiantil de 1968) fue su presencia en el 20 Festival Vive Latino, en 2019, al que acudió con más miedo que certezas frente un público mayoritariamente joven que, no obstante, lo recibió entre vítores cantando con él sus canciones clásicas. Siempre he deseado que la juventud se dé un baño de poesía, y que las canciones los alimenten y acompañen toda la vida. Ese sí es el gran premio para mí, y no los otros, nos dijo en ese momento.

Sigamos con Óscar. Hagamos el mejor de los homenajes, escuchando, redescubriendo, alentando su enorme obra, obra monumental que descansa en la paradoja, la delicadeza, el sentido del humor, la brutal virtud de la imagen, de la palabra inesperada y que se mantiene prodigiosamente joven, actual.