Opinión
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Un aforismo en busca de voz
E

n un arrebato de entusiasmo social, no tan usual en mí, hace unos meses acuñé un aforismo sobre la política nacional que a mí misma me sorprendió, específicamente debido a la concisión en la que recogí un planteamiento que me pareció acertado, ingenioso y accesible al lector, que son un trío de las características que todo aforismo debe tener.

Es cierto que a lo largo de los años he escrito y enviado un par de cartas al editor, una de las cuales fue publicada y, por lo que hace a la otra, por lo menos fue contestada. El tema de la que se publicó era de política internacional. Cuando en México se apresó a una ciudadana francesa por narcotráfico y el presidente de Francia prepotentemente acordó con el presidente de México viajar a este país para liberarla, en una breve carta al editor de La Jornada sugerí que la fecha para el decisivo viaje acordado fuera la del 5 de mayo.

La otra carta al editor que envié, que no fue publicada aunque sí contestada, también era de un tema político internacional. El 6 de marzo de 1980 me dirigí al editor de Time, revista semanal de Estados Unidos de noticias generales internacionales. Quería manifestar mi oposición a determinados puntos de vista que el semanario apoyaba sobre no sé qué asunto político, y el 30 de mayo María Luisa Cisneros, en aquel momento la responsable de atender la correspondencia, confirmó haber recibido la carta y, aunque me la agradecía, lamentaba comunicarme que no sería publicada. Contrario a lo que yo misma habría imaginado que me sucedería a mí si mi carta no era publicada, el rechazo, en un ánimo de venganza, aún dilatado, más bien me impulsó a escribir un libro entero de cartas al editor de Time no enviadas, que titulé Escrito en el tiempo y que fue publicado por primera vez por Ediciones Era, en 1985, y que fue presentado por segunda vez en la Universidad de Xalapa, el 12 de noviembre, fecha en la que, no sé si internacionalmente, se celebra el Día del Cartero.

Supongo que tras estos espaciados antecedentes, ambos exitosos, cada uno a su manera, pasado el tiempo no resultaba abusivo escribir una nueva carta al editor, misiva que conformaría un aforismo cuyo tema es de política nacional. Sólo que, también pasado el tiempo, y debido a diversas circunstancias, no me pareció lo más adecuado escribir la carta con el aforismo yo misma, pues mi voz política no se oiría con el volumen que mi aforismo merece.

Lo cierto es que por una razón o por otra y, aprovechando el inusual arrebato de entusiasmo social en el que me encontraba, le sugerí a un colega mío que, por su voz crítica voluminosa y su autoridad intelectual, incorporara mi aforismo en alguno de sus comunicados altamente leídos.

Tras unos días de no ver que mi colega hubiera incorporado mi aforismo dentro de sus propias observaciones públicas, me di cuenta de mi error y, por supuesto, empecé a advertir y lamentar las consecuencias. No me perdono el descuido de haber propuesto a un colega que aceptara como propio un texto ajeno, a pesar de que el desprendimiento del texto ajeno hubiera sido consciente y plenamente voluntario por parte del propietario intelectual del texto en cuestión. No me perdonaba la equivocación de haber supuesto que un colega llevara a cabo una acción que yo misma nunca habría aceptado hacer si él o ningún colega me la hubiera propuesto a mí.

Aparte de haber perdido a un colega al que consideraba amigo, me pesaba, me pesa, reconocer que yo misma propicié el rompimiento. Se trata de un escritor al que conozco desde hace muchos años, al que siempre he respetado por su literatura, por su conocimiento, por sus principios y por sus actitudes, pero al que apenas recientemente había empezado a considerar amigo mío, tal vez porque me pareció que, simultáneamente, él también había empezado a considerarme amiga suya.

Sea como sea, y aunque no sea sino en mi voz, diré: México era del Tercer Mundo; la Cuarta Transformación significa que ahora se encamina hacia el Cuarto.