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Ver día anteriorDomingo 3 de mayo de 2020Ver día siguienteEdiciones anteriores
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Ecatepec y la responsabilidad colectiva
E

l lamentable y alarmante episodio que tuvo lugar el viernes pasado en el hospital Las Américas, de Ecatepec, cuando familiares de enfermos de coronavirus, argumentando falta de información sobre sus parientes internados entraron por la fuerza en la institución y agredieron a personal médico, de enfermería y guardias de seguridad, constituye un serio llamado de atención para autoridades y ciudadanía; un llamado que no debe ser desatendido.

El grupo de disconformes había acudido al lugar buscando, según dijeron, a algunos de sus integrantes, que les proporcionaran datos sobre el estado de salud de afectados por la pandemia, y específicamente acerca de dos pacientes que presuntamente habrían fallecido por esa causa. Según la versión de aquéllos, la respuesta de las autoridades hospitalarias fue inexistente; pero la Secretaría de Salud estatal lo niega, asegurando que sí se dio información a las familias correspondientes y esto precisamente habría detonado la ira de las demás. Como sea, a continuación los quejosos irrumpieron al área de patología de la institución, donde vieron los cuerpos de algunos fallecidos y allí reclamaron a gritos los cadáveres, negaron la existencia del Covid-19 y acusaron al personal médico de inyectarles algo para matarlos.

Personal de seguridad del hospital logró que los familiares se replegaran y permanecieran fuera; poco después llegaron elementos de la Guardia Nacional y de las policías municipal y estatal y allí culminó el enfrentamiento, aunque no el problema. A mediodía de ayer varios hombres y mujeres bloquearon la Avenida Central, en Ecatepec, colocaron piedras en el arroyo vehicular, generaron nuevos conatos de violencia con automovilistas, reiteraron su exigencia de que las autoridades hospitalarias les informaran sobre sus enfermos y lograron reunirse con el director y el subdirector de la institución para hablar de los pasos a seguir. Hasta ahí los hechos a grandes rasgos, si bien el espíritu de confrontación difícilmente se acabará con las pláticas.

A lo largo de estos días se han manifestado –en México y en otros países– actitudes que tienden a negar la existencia del Covid-19, atribuyendo la contingencia y sus medidas a conjuras más o menos disparatadas de alcance mundial, o a vagos e inexplicables complots gubernamentales, cuyo fin último sería simplemente perjudicar a la ciudadanía. La consecuencia casi natural de estos irracionales puntos de vista es que un preocupante porcentaje de gente (es el caso de Ecatepec, pero también de otras zonas) circula como si nada pasara, sin usar cubrebocas ni respetar las distancias sugeridas por los especialistas en la pandemia, ni seguir las más elementales recomendaciones de seguridad para la coyuntura. A esto se suma un fenómeno detectable en un sector de la población que parece empeñado en desatender las recomendaciones de protección para esta etapa, cuyo mejor(es decir peor) ejemplo es la organización de concurridas reuniones y fiestas privadas.

Elementos a tomar en cuenta en el caso del municipio mexiquense, que tiene réplicas en otros puntos del estado y de la nación, son el hacinamiento en que vive la ciudadanía que habita el rumbo, la precariedad de las condiciones de vida en que ésta se desenvuelve, la deficiente infraestuctura sanitaria y las variadas carencias que esa gente padece. Pero sin desconocer esos puntos adversos, de ninguna manera es aceptable el desconocimiento de medidas cuyo propósito es justamente proteger a todos los sectores de la sociedad.

No hacer caso al exhorto de las autoridades de Salud no es un asunto de elección individual. No es cuestión de a mí no me importa, de yo no lo creo o de algo hay que morir. Se trata de la salud y el bienestar colectivo, el de todas las personas, las nuestras y las ajenas, las conocidas y las desconocidas, las que están a nuestro alrededor y las que se encuentran lejos. Mientras no se genere conciencia de esto, no sólo estaremos expuestos al coronavirus, sino también, cuando superemos este trance, a la falta de solidaridad, al egoísmo y a la inseguridad que esto trae siempre consigo.