Opinión
Ver día anteriorViernes 17 de abril de 2020Ver día siguienteEdiciones anteriores
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El coronavirus
¿C

uántos coronavirus existirán en el mundo? ¿Tendrán capacidad de organizarse socialmente, con un sistema nervioso central y otro sistema nervioso periférico? ¿Quién será el comandante en jefe de los virus que lanzan bravatas a los habitantes de la Tierra que experimentamos una especie de paranoia colectiva? A pesar de no existir elemento de realidad, se potencian y magnifican al entretejerse con fantasías persecutorias conscientes e inconscientes e ideas delirantes, como las que escribo, que pueden conducir, dependiendo de cada estructura de personalidad, a los actos más irracionales en un intento de dominar la angustia que lleva a invadir el aparato síquico.

La parte más arcaica, más regresiva, más desorganizada, aflora, y los mecanismos de defensa resultan insuficientes para mantener el equilibrio sicológico.

La guerra verbal actual nos muestra un aberrante rompecabezas donde se ven implicados problemas raciales, económicos, políticos, religiosos y errores históricos, desigualdad y resentimientos ancestrales, donde la razón y el valor de la vida humana parecieran situarse en el margen. Inframundo en el que los fantasmas danzan en incesante carrusel de escenas grotescas reales y fantaseadas, donde el pánico es el afecto predominante y la paranoia nubla la razón, donde la muerte, las pérdidas y los duelos no dan tregua. Allí donde la palabra y la negociación están ausentes, donde la omnipotencia y el sujeto quedan condenados al silencio. Individuos que, al ser violentamente silenciados, si sobreviven, se convertirán en resentidos que intentarán infligir al otro la rabia y la violencia de la que fueron víctimas.

Pandemia de extrema sofisticación que esconde el fracaso de la humanidad. Tras siglos de aparente progreso y civilización, la gran aldea global es una grotesca neorrepresentación de la horda primordial, donde los instintos más primitivos afloran a la menor provocación y lo más precario y oscuro del ser aparece arropado bajo la falacia del desarrollo tecnológico y un hueco discurso de la búsqueda de la curación que cada vez parece más lejana.