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Residuos radiactivos en Chernobil, un peligro latente

E

l 26 de abril de 1986 explotó en Ucrania el cuarto reactor nuclear de Chernobil. Es la mayor tragedia y ejemplo del manejo irresponsable de esa energía. Se estima que la explosión esparció hasta 200 toneladas de material con una radiactividad de 50 millones de curies, equivalente a 500 bombas atómicas como la lanzada criminalmente por Estados Unidos en la ciudad de Hiroshima.

En las operaciones para apagar el reactor murieron cientos de trabajadores y equipos auxiliares. Perecieron también por cáncer y otros males los familiares de los empleados de la central y otras muchas personas que vivían en Prípiat (hoy ciudad fantasma) y áreas vecinas. Las autoridades soviéticas trataron en vano de ocultar su responsabilidad. Todo indica que la radiación afecta todavía a miles de habitantes de Bielorrusia, Ucrania y Rusia, donde se halla 70 por ciento de los casi 200 mil kilómetros cuadrados de terrenos contaminados.

Un moderno y enorme sarcófago cubre desde hace cuatro años el averiado reactor y, según sus constructores, garantizará su seguridad durante los próximos 100 años. Suman miles los turistas que visitan la zona de resguardo, en parte debido a la serie que HBO realizó sobre Chernobil.

Mas, a pesar de ese sarcófago, sigue el peligro en la central. Hace dos semanas un incendio causado por un hombre que confesó haber prendido fuego a la hierba por diversión, y que no pudo controlar, alcanzó Prípiat y llegó a pocos kilometros de donde están los residuos más altamente radiactivos de toda la zona de Chernobil y de la misma planta.

El Servicio Estatal para Situaciones de Emergencia de Ucrania asegura que el fuego ya fue controlado y sólo quedan algunos focos aislados. Además, que el nivel de radiación en la zona de exclusión y en la de Kiev, la capital, y sus alrededores, está por debajo de la norma. Cabe señalar que en 2017 los servicios de emergencia de dicho país sofocaron una humareda procedente del tercer reactor, cerrado en diciembre de 2000.

Chernobil y Fukushima nos recuerdan que la energía nuclear y sus residuos son peligros latentes.