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Economía moral

Mantengamos la esperanza // Salvemos a los niños

“A veces, muchas veces, se es, o deja de serse, todo al mismo tiempo. Se muere y se renace, al mismo tiempo. Un hombre o un pueblo, o la especie toda. Es el sino del hombre, acaso: de esta especie que en su ya muy larga errancia sobre la tierra no ha podido encontrar el sosiego, desterrar la tristeza, la miseria, la injusticia, el olvido… Hay, pues tiempos de exultación y cobijo, plenos de esperanza y logro y, por el contrario, tiempos de intemperie y frío en donde…lo que se oye es el chirriar de dientes y el horizonte como que se cierra y se clausura, de este modo, la esperanza.” Max Rojas, presentación de Antología Poética de Renato Leduc, 1991

S

irvan estas profundas palabras del poeta y militante comunista Max Rojas como epígrafe de esta entrega que quiere transmitir un mensaje de esperanza en la Semana Santa, que siempre coincide en el calendario con la fiesta judía del Pesaj o Pascua. La última cena que Cristo celebró con sus apóstoles fue el Séder que se celebra al inicio de dicha fiesta y en la que se conmemora la liberación, encabezada por Moisés, de la esclavitud a la que estuvo sometida el pueblo judío en Egipto. Son pues días de luto y de liberación, donde se muere y se renace al mismo tiempo.

¿Se puede mantener la esperanza en tiempos tan difíciles como los actuales de la pandemia de Covid-19? Es un tiempo de destrucción (casi 100 mil muertes y 1.5 millones de contagiados reconocidos). También es un tiempo de aislamiento, de cuarentena para muchos millones en muchos países del planeta. Encerrarse para salvarse es lo que la Biblia relata que Dios le ordenó a Noé. Recibí por correo electrónico hace un par de semanas una carta abierta escrita por el director de relaciones internacionales de Yad Vashem (Museo del Holocausto), Shaya Ben Yehuda, que dice:

“La situación en que el mundo se encuentra me recuerda la historia del Arca de Noé, que flotó en las aguas del diluvio durante cuarenta días antes de anclarse (es probable que estemos en dicha situación más tiempo). Es una historia de una crisis y cómo enfrentarla. Cuando Noé y su familia estuvieron encerrados en el arca con los animales, él tenía que asegurarse diariamente que todos los que estaban ahí –los seres humanos y todas las criaturas– fuesen capaces de vivir juntas, compartir el espacio, alimentos y otras necesidades. Aún más, todos tenían que encontrar las maneras de apoyar a los demás… Algún día –ojalá pronto– como Noé, este ‘diluvio’ terminará y emergeremos de nuestras arcas para ver el nuevo mundo, el mundo que atravesó esta crisis. Va a ser un mundo diferente, como el que Noé encontró después del Diluvio Universal. Cuando Noé vio a su alrededor, en el suelo vio el desastre, vio lo que se había perdido, pero cuando miró hacia arriba, al cielo, vio los colores del arcoíris en el cielo azul. Ahí vio la esperanza por el futuro… Cuando esto termine, tendremos que decidir cómo renovar nuestra vida de trabajo… Nuestras conexiones personales. Tendremos que decidir dónde mirar y qué ver. Optimistamente veremos hacia el cielo, hacia los colores del arcoíris, y eso será lo que encontraremos y veremos en nuestros corazones.”

Ben Yehuda añade que en días recientes pensó en qué podemos aprender del tiempo del Holocausto que sea pertinente hoy. Y dice: De los sobrevivientes del Holocausto aprendemos cómo hicieron frente al difícil y horrible periodo y como milagrosamente encontraron los inconmensurables recursos internos necesarios para reconstruir sus vidas. Nos compartieron cómo no se rindieron y mantuvieron su creencia en el futuro. Explicaron que había una misión superior a la que servían y que esa misión les ayudó a encontrar fortaleza. Una de esos sobrevivientes, dice Ben Yehuda, fue Jack Werber, quien fue prisionero en el campo de concentración de Buchenwald (Alemania) desde el comienzo de la guerra hasta la liberación del campo en abril de 1945. Narra:

“Jack Werber fue deportado a Buchenwald desde Radom (Polonia), donde vivía con su esposa e hija. En sus memorias, Saving the Children, escribe que en 1942 recibió información de que su mujer y su hija habían sido asesinadas. Después de tal golpe sintió que no tenía razón para seguir viviendo. Pronto, sin embargo, un grupo de niños fue deportado al campo y Jack se involucró con los prisioneros del campo que clandestinamente trataban de ayudar a los niños a sobrevivir. Dentro de esta misión superior Jack encontró sentido a su vida, lo que le ayudó a sobrevivir otros tres difíciles años, hasta que fue liberado.”

Ben Yehuda concluye su carta diciendo: Cuando servimos a una causa superior a la nuestra, entonces sabemos que hay propósito para nuestra vida y esto nos ayuda a superar los tiempos difíciles. En estos desafiantes tiempos, es en servicio de una causa superior que nosotros podemos encontrar la fuerza que necesitamos para salvarnos. Jack Weber murió en 2006 en Nueva York, a los 92 años. Sobrevivió 64 años la noticia del asesinato de su esposa y su hija. Sus memorias, Saving the Children ( Salvando a los niños) se publicó originalmente en 1996. El libro lo dedicó a sus dos hijos y sus cónyuges, a sus 6 nietos y a todas sus futuras generaciones. En un obituario en el New York Times, de 2006, se dice que Werber salvó a más de 700 niños. Se cita una frase de él: Haber sufrido una gran pérdida personal me impulsó en mi obsesión por salvar niños y niñas.

Cuando superemos la pandemia del Covid-19, los sobrevivientes nos enfrentaremos a la realidad que el capitalismo mundial querrá seguir con el business as usual, que seguiremos (casi todos) destruyendo el planeta y acelerando el cambio climático. Estaremos en medio de una recesión gigantesca, que servirá de pretexto adicional a quienes insisten en que el petróleo y el carbón deben seguirse quemando, porque argüirán que con ellos la recuperación económica será más rápida. Es probable que, al hacer las cuentas, resulte que hubo más muertes por hambre y las enfermedades asociadas a la desnutrición que las causadas por el Covid-19. Como Werber, podemos encontrar un sentido a nuestras vidas si luchamos por una causa superior: salvar a la niñez de hoy y del futuro, protegiendo el medio ambiente. Unámonos a Noé, Werber y a Greta Thunberg y salvemos a los niños, al planeta, a la humanidad y a todas las demás criaturas que van con nosotros en esta Arca. Al hacerlo, le daremos sentido a nuestras vidas.

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