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Ciudad perdida

O AMLO perdió la brújula o nos engañó

N

o hay explicación ni argumento que valga. En alguna parte de esta, que supusimos sería una nueva historia para el país, Andrés Manuel López Obrador perdió la brújula, o algo peor: durante 18 años, por lo menos, nos engañó a todos.

Es más que doloroso enfrentarnos a una realidad que nos deja, a muchos, sin alternativa para pensar que es posible cambiar el destino del país. ¿Qué parte de la incontrovertible verdad que reza: la iniciativa privada no acompañará su gobierno no entiende el Presidente de México?

Los promotores de la desigualdad no han cambiado, son los mismos a los que López Obrador descalificó, a los que combatió porque significaban, y significan, la desigualdad que durante mucho tiempo el tabasqueño nos hizo pensar que buscaría equilibrar.

Todas las medidas que desde Palacio Nacional se han aplicado –como no condonar impuestos, que golpea a toda la iniciativa privada, incluyendo a los muy pequeños comerciantes, por ejemplo– se vienen a tierra cuando desde el mismo foro, el mismo personaje nos anuncia que devolverá a los concesionarios de radio y televisión los tiempos del Estado.

No habrá ninguna medida, por buena que resulte para ellos, que sirva para que los amos de la desigualdad lo consideren y lo respeten. Para ellos, para los dueños de los grandes capitales, la suerte de México no importa. A fin de cuentas, en el momento preciso, enviarán sus recursos a otro país donde sus ganancias prosperen, nada más.

El Presidente de México, y mucho menos Andrés Manuel López Obrador, el luchador social, puede disponer de los espacios en radio y televisión, y no los puede devolver porque no son de los concesionarios. Pero eso no es lo más grave, con todo y lo muy grave que es. En las pasadas tres décadas, se quiera o no, una muy buena parte de la educación de la gente de nuestro país ha estado en manos de quienes explotan las concesiones de la radio y la tv, y el resultado, por más que se quiera negar, ha sido el desdén por la soberanía, la renuncia a la identidad nacional, la ruptura de la solidaridad, entre otras muchas pérdidas que nos ha dejado el mercado como régimen de gobierno.

No se entiende hoy, si no se quiere ser muy mal pensado, por qué se toma una decisión que obliga a cumplir a todo un sector con las obligaciones fiscales, pero a una porción de ese mismo grupo se le entregan los espacios que se han utilizado, incluso, para hacer triunfar los fraudes que impidieron que la voluntad ciudadana mandara en el país.

La medida es tan dañina que casi ningún medio, casi ningún comentarista, se atrevió a criticarla. Ninguno de los dueños de la desigualdad lanzó sus críticas, por más ilegal que parezca la medida, en contra de López Obrador. Y sí, es verdad, fue un éxito para el Presidente de la República de la Cuarta Transformación, porque los últimos del pasado neoliberal complacieron con medidas parecidas a los que se sienten dueños de la radio y la televisión. No se puede creer.

De pasadita

Por cierto, en el Congreso capitalino, que por méritos propios debería seguirse llamando asamblea, o algo más degradante, ahora se pretende sacrificar a los trabajadores restándoles los tan apreciados vales de despensa con fines de solidaridad, esa que en ellos no se halla por ningún lado y se quedan con todos los dineros que ellos mismos se han otorgado, porque seguramente lo merecen.

Con mucho tino, la jefa de Gobierno ha pedido a la burocracia de su gobierno que a conciencia decida donar o no su aguinaldo. Pero las condiciones de los trabajadores no son iguales y la contingencia ha puesto en peligro la precaria salud económica de muchas familias. Por eso es importante lo hecho por Claudia Sheinbaum, quien para dejar de lado lo que sucede en el Congreso, por más que sea un poder independiente, llame a los diputados a dejar a un lado las sinvergüenzadas, la deshonestidad. Aguas.