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México SA

¡Qué tiempos aquellos! // Barones ya no aplauden

L

o que son las cosas: el 8 de octubre de 2008 (avanzada ya la sacudida económico-financiera y seis meses antes de la pandemia por influenza, en abril de 2009) el comandante Borolas, entonces inquilino de Los Pinos, hizo público su plan oportuno contra la crisis (lo divulgó más de un semestre después de que su secretario de Hacienda, Agustín Carstens, reconociera que para el país la situación se ponía color de hormiga), que impulsaría –según dijo– el crecimiento y el empleo, y mitigaría el impacto negativo.

Más tardó Calderón en anunciar su plan oportuno que la cúpula del sector privado (y jilgueros que la acompañan) en ovacionarlo, porque, prometía el susodicho, la estrategia anticrisis no sólo evitará una recesión, sino permitirá mantener un crecimiento económico, si se quiere más lento, pero crecimiento económico y generación de empleos al fin.

¿Qué incluía el paquete calderonista? Entre otras medidas, la construcción, porque a México le hace falta(ojo) una nueva refinería (en realidad, la anunció en marzo de 2008), con 12 mil millones acumulados del Fondo de Estabilización de Petróleos Mexicanos; instrumentación de medidas para acelerar el ejercicio del gasto en infraestructura; apoyo a las pequeñas y medianas empresas; desregular y desgravar aranceles para hacer más competitivo el aparato productivo nacional; conversión de los pasivos de los Pidiregas (Pemex) en deuda pública y exclusión de la inversión de Petróleos Mexicanos del Presupuesto de Egresos.

El déficit público aumentaría un punto porcentual y, a diferencia de lo que ocurre en otros países ahora mismo, el plan oportuno no es un rescate financiero, sino está enfocado al fortalecimiento de los motores internos de la economía, que darán un impulso equivalente a cifras cercanas al 1 por ciento del PIB. En conjunto implica un mayor impulso fiscal, disponibilidad de financiamiento a sectores prioritarios y apoyo a proyectos de infraestructura por un total de 255 mil 300 millones de pesos.

Y de cereza Calderón aseguraba (después de meses de negar el golpe interno, porque la crisis es externa) que la fortaleza de las finanzas públicas evitará una crisis como las que solíamos sufrir en el pasado y que condujeron al país a la bancarrota. Lo he dicho y lo reitero: la situación adversa de la economía mundial tendrá impacto en México, sí, pero saldremos adelante. Una vez que pase esta adversidad el país estará más fuerte, crecerá más rápido y generará más empleos. El gobierno federal tiene un margen de maniobra importante para hacerle frente al problema y evitar que la crisis internacional paralice la economía y provoque despidos masivos.

¿Qué sucedió? El plan oportuno fue un desastre y en un año se cancelaron más de 550 mil empleos formales, mientras la informalidad avanzaba velozmente, la economía se hundía, la deuda se incrementaba, la pobreza aumentaba a paso veloz, el producto interno bruto se desplomaba (-6.5 por ciento) y la refinería nunca se construyó.

Pero el punto fino, el que motivó la ovación de la cúpula empresarial, fue el rescate (con dinero público, obvio es) de los grupos corporativos, para los que el gobierno calderonista –vía banca de desarrollo– dispuso multimillonarias cantidades (oficialmente se anunció que se canalizarían a las micros, pequeñas y medianas empresas), amén de que les permitió asaltar las reservas internacionales, vía especulación cambiaria.

El resultado económico del calderonato fue el peor (lo que ya es decir) desde el sexenio de Miguel de la Madrid (1.8 por ciento de crecimiento anual promedio), pero lo llamativo de todo esto es que la cúpula empresarial de entonces (la misma de ahora; lo que cambia es el nombre de quien da la cara al público) aplaudió a rabiar aquel plan oportuno, por la sencilla razón de que el erario la volvía a rescatar. Lo demás era lo de menos.

Las rebanadas del pastel

Once años después, con otra crisis y su respectiva pandemia en ejercicio, los barones ya no aplauden. Están verdes de coraje, porque no los incluyeron.