Política
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Covid-19: la salud y lo demás
L

a batalla de México en contra de la pandemia de coronavirus se libra en tres escenarios interrelacionados: el de la salud pública, el de la economía y el de la política. En el primero hay un gobierno que, se diga lo que se diga, ha actuado de manera responsable y previsora desde el momento en que se tuvo noticia del brote epidémico en China. De manera sensata, el presidente Andrés Manuel López Obrador delegó el manejo de la crisis (AMLO no sabe delegar, dicen) en un equipo médico que encabeza el subsecretario Hugo López-Gatell y que por su desempeño ha recibido el reconocimiento de la Organización Mundial/Panamericana de la Salud en dos ocasiones (28 de enero, https://is.gd/PdoDDp, y 13 de marzo, https://is.gd/f5cSyX) en lo que va del año. Más allá de las opiniones profanas, las anécdotas imposibles de verificar y los rumores sin sustancia, el debate sobre la eficacia del manejo epidemiológico por parte del gobierno tendrá que desarrollarse entre expertos y con base en resultados, es decir, a posteriori.

Por ahora, lo sensato es hacer caso a la información y los lineamientos emitidos por el equipo gubernamental de expertos porque, se esté a favor o en contra de AMLO, es la única instancia que tiene una visión de conjunto de la infraestructura del sistema de salud pública y del desarrollo de los contagios y, por ende, la única capaz de establecer una estrategia nacional. Ya llegará el momento, por ejemplo, de contrastar lo que está haciendo en el momento actual la Cuarta Transformación con la forma en la que el calderonato reaccionó (https://is.gd/WfMZu2) a la epidemia de A/H1N1 hace casi 11 años (https://is.gd/g1Yvdk, https://is.gd/3ZWFPC).

El frente económico no es menos preocupante que el de la salud: por más que el Presidente emita mensajes de tranquilidad sobre los recursos con los que cuenta el gobierno para enfrentar la contingencia (notablemente, ahorros logrados en la lucha contra la corrupción) y los efectos negativos de la caída en la producción y el derrumbe de los precios petroleros y la cotización del peso, es evidente que el obligado frenazo de las actividades cotidianas está afectando ya a un sinnúmero de pequeños comercios, profesionistas y personas que trabajan en el sector informal.

Conforme pasen los días y la pandemia siga su curso, estos sectores de la población van a enfrentar una situación crecientemente adversa y es de esperar que el equipo económico del gobierno tenga en mente, además de medidas extraordinarias para manejar el impacto macroeconómico de la crisis, acciones de rescate para reactivar la economía de la gente de a pie que vive al día. No se trata sólo de un deber político y moral, sino de una reacción necesaria ante una contingencia que golpeará uno de los postulados primordiales de la reorientación económica emprendida por la 4T: abandonar el dogma neoliberal de que la riqueza habría de gotear desde la cúspide hacia la base de la pirámide social y priorizar el crecimiento y el desarrollo desde abajo.

En el ámbito político, el gobierno lopezobradorista enfrenta una feroz ofensiva de la reacción oligárquica desplazada del poder, la cual busca capitalizar a su favor la epidemia. El ataque más artero va dirigido al principal elemento de articulación entre autoridades y sociedad en este momento, que es el de la comunicación. Comentaristas nostálgicos del viejo régimen, dirigentes de lo que queda de la oposición política, jerarcas empresariales, líderes de opinión, influencers y truhanes menores confluyen en una virulenta campaña de desprestigio en contra del equipo a cargo del manejo epidemiológico y no han vacilado para ello en construir todas las mentiras imaginables y han empeñado todo su poder mediático en el afán de descarrilar la estrategia oficial.

Así, se ha presionado para precipitar decisiones, se ha echado a correr los rumores más sórdidos, se ha recurrido a montajes de gran impacto en las redes sociales y se ha criticado cada palabra y cada gesto de López Obrador para presentarlo como incapaz de hacer frente a la pandemia, como si éste estuviera tomando decisiones personales y no las hubiera confiado a un equipo de especialistas. La reacción cree que ha llegado el momento de canalizar su rencor echándole a AMLO la culpa, incluso por anticipado, de todas las calamidades previsibles asociadas a la propagación del coronavirus: fallecimientos, contagios, afectaciones económicas y hasta cierres fronterizos serán, según este discurso de odio, responsabilidad directa del titular del Ejecutivo federal.

El empeño de estos actores es doblemente perverso porque le apuesta a explotar y a usar como caldo de cultivo algo que la misma reacción oligárquica generó a su paso por el poder: del déficit de credibilidad de las autoridades e instituciones. Es claro que para ellos el escenario ideal sería el desastre y la ruina del país y que aun desplazados del gobierno no dejan de intentarlo.

Twitter: @Navegaciones