Opinión
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El estante de lo insólito

Joan Baez

“I’ve heard that the war is done Then, where are you now my son?”

Joan Baez

La diferencia de su ser

S

er hija de inmigrantes, estar en contra del sistema en tiempos de guerra, sumarse a la música de protesta criminalizada por los sectores duros, unir camino con Bob Dylan, apoyar la liberación femenina y los derechos civiles de las comunidades minoritarias en Estados Unidos, todo eso ya parece rezo de alguien que muere en una trinchera, pero ella sigue cantando, maravillando con su voz, su filosofía de vida, su lírica alternativa entre monstruosas discográficas con demasiadas testas. Se llama Joan Baez.

De colores

De padre mexicano (el poblano Albert Baez, reconocido científico, delegado de la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura, inventor del microscopio de rayos X y mucho más) y madre escocesa (Joan Bridge), Joan no se sentía plena entre los sajones ni entre los latinos, pero cuando cantaba todos la veían con agrado, por lo que su desarrollo artístico fue también su gran soporte social. Llegaría el movimiento de protesta y las canciones folk, y así su primer contacto con el símbolo de aquel momento: Pete Seeger, músico, autor e impulsor de nuevos artistas comprometidos con la música que dijera algo, con causa. Precisamente, fue en el Festival de Newport, en 1959, cuando Joan se convirtió en una artista de seguimiento nacional.

Ha sido, ante todo, una maravillosa intérprete, al grabar temas de autores importantísimos, como Bob Dylan, Stevie Wonder o Tom Waits, en aquel primer álbum de 1960 Joan Baez.

Lo mismo ha hecho duetos con Patti Smith, Kris Kristofferson, David Crosby y Mercedes Sosa que covers extraordinarios de temas populares, como No woman no cry (Bob Marley) o Imagine (John Lennon); además, es autora (compartida o sólo con su crédito) de casi un centenar de canciones.

Joan siempre fue mucho más que la chica bonita que cantaba bien; ha marcando una estela particular con su voz dulce y firme, como la formación que recibió en casa, plena de sentimientos religiosos y místicos (por las dos ramas con abuelos pastores), pero también con la enseñanza del humanismo y el conocimiento universal (literario y académico). Siempre tuvo un claro entendimiento del entorno y una constante afirmación de principios.

Dylan

Cuando en el documental No Direction Home (Martin Scorsese, 2005) se cuestiona a Bob Dylan su aparente falta de interés a su relación con Joan, el cantautor lo expresa así: “You can’t be wise and in love at the same time”(No puedes ser inteligente y estar enamorado al mismo tiempo).

La pareja compartió amor y creación; para los seguidores de la música de protesta, era el dueto romántico perfecto en escena, y su separación fue un evento incomprensible.

Juntos fueron lo mejor, primero con Joan como impulsora del novel cantautor, de quien grabaría algunos temas emblemáticos, como Blowin’ in the wind, canción que siguen utilizando para cerrar conciertos. Ambos actuaron en la legendaria Marcha sobre Washington, en 1963, que apoyó al movimiento que encabezaba Martin Luther King.

No estuvieron juntos tanto tiempo, pero hay más fotografía y clips de ellos en dueto que de otras parejas legendarias que compartieron vida. Se reencontraron cada ciertos años, repitieron duetos, cimbraron algún escenario y emocionaron a los fans. Son una memoria, una herida y una ilusión. Joan compuso la espléndida pieza dedicada a Dylan, Diamonds and rust, escrita con corazón y coraje, y momentos estremecedores.

“Now I see you standing / with brown leaves falling around / and snow in your hair./ Now you’re smiling out the window / of that crummy hotel / over Washington Square. / Our breath comes out white clouds, / mingles and hangs in the air, / speaking strictly for me. / We both could have died then and there.”

Foto

Bajo las bombas

Radical, determinada y consciente de los riesgos, Joan viajó a Vietnam con una misión de paz en 1972. Vivió el aterrador y mundialmente criticado bombardeo a Hanoi durante 12 días. Ha narrado cómo hasta los ateos rezaban y los locales creían que aquello no terminaría hasta que todos estuvieran muertos. Salió viva y cruzó el humo negro para emerger no sólo como sobreviviente, sino como una mujer más comprometida. Casi 50 años después de eso, sigue cantando temas como No nos moverán, para algunos un absurdo anacronismo, aunque la postura es actual, pues todo aquello que se criticó entonces (los intereses económicos de gobiernos y corporativos, los derechos sociales…) tiene las mismas banderas y casi en los mismos sitios del mundo contemporáneo.

De la experiencia vietnamita Joan hizo la pieza Where are you now, my son? (1973), que rompió completamente con cualquier expresión musical sobre la guerra, al incluir poesía, lírica musical y sonidos ambientales auténticos de la zona de combate.

Aún tiene la determinación que la llevó a movimientos como Live Aid o Conspiracy of Hope, la solidaridad con el movimiento de las madres argentinas, hace conciertos, manifiestos y discursos en favor de pueblos oprimidos o activistas, lo que le ha valido reconocimiento mundial, pero ninguna condecoración de cualquier agrupación o país le parece más o menos que el orgullo de apoyar la educación de la comunidad LGBT desde los primeros movimientos de organización masiva a finales de los años 70, señalar a Nixon o a cualquier régimen opresivo.

Su vida privada la pone siempre frente a cuestionamientos similares de la prensa: Bob Dylan, David Harris y Steve Jobs. Joan Baez siempre sabe salir de los temas que pueden tornar en chisme barato del espectáculo para ir a lo importante. Una periodista le dijo que tal vez era la única mujer que había visto desnudos a Dylan y a Jobs; ella respondió: Pero no al mismo tiempo; con la misma elegancia cambia de guitarra y de tonada.

Con entrevistas para medios en todo el planeta, Baez dejó dos autobiografías: Daybreak (1968) y And a Voice to Sing With (1987). Apenas en 2018 lanzó el álbum de estudio Whistle Down the Wind. Se suponía que era el último, arrancó gira de despedida, que aún continúa, y nadie debe sorprenderse si vuelve a ingresar a un estudio de grabación. La voz permanece y los temas que han sostenido su existencia siguen ahí.

Nada suena igual

Joan ha grabado temas que quizá se hicieron populares en otras voces. Cualquier canción suena distinta en tono y sentimiento para cada intérprete; ella impregna las estrofas y los fraseos con el sostenimiento de lo sentimental, de lo que cala. Cuando el público la venera en vivo, la cantante, con la voz tan penetrante, como la primera vez; con la cara hacia arriba, como cuando entró a la cárcel; sin miedo por lo que resta, y con la serenidad lo combatido, canta con la pausa y la fuerza de quien ha dicho lo suyo y no necesita gritar más para ser escuchada. Donde se hizo causa, está su huella.

Joan Baez sigue en Washington y en Vietnam, y dice No nos moverán, y se apasiona en sus raíces cuando canta Cucurrucucú paloma o La Llorona (el álbum de 1974, Gracias a la vida, consta de canciones en español). Un día en verdad dejará el escenario, pero su obra seguirá ahí, con toda su historia.