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Covid-19: brote de fobias
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urante su conferencia de prensa matutina de ayer, el presidente Andrés Manuel López Obrador señaló como un asunto de humanismo permitir que el crucero Meraviglia, de la naviera Mediterranean Shipping Company (MSC), atraque en el puerto caribeño de Cozumel, Quintana Roo. El mandatario instruyó que se realizara una inspección y después se permitiera el arribo del navío, previamente rechazado por las autoridades de Jamaica e Islas Caimán por la sospecha de que un miembro de la tripulación se encontrase afectado por el Covid-19.

La situación que vivieron los 4 mil 580 pasajeros y mil 604 trabajadores del Meraviglia entre el martes y la tarde de ayer, al ser rechazados en tres puertos de su itinerario (Cozumel también les había negado la entrada, aunque posteriormente rectificó), es reflejo de la falta de empatía y de los accesos de pánico infundado con que la mayor parte del mundo ha reaccionado a la propagación del virus que surgió en la ciudad china de Wuhan en diciembre pasado. En este caso, la ausencia de cualquier sustento para la actitud hostil hacia quienes se encontraban a bordo del crucero quedó demostrada desde hace dos días, cuando la empresa propietaria transmitió a las autoridades locales y federales mexicanas los resultados de los análisis clínicos que se efectuaron al paciente, quien presentaba un cuadro respiratorio provocado por influenza A.

De manera más preocupante, la reacción de algunos sectores de la población mexicana en general y cozumeleña en particular es un recordatorio acerca de los peligros que entraña la desinformación: además de las múltiples expresiones de rechazo vertidas en redes sociales en contra del desembarco de los pasajeros del Meraviglia, la noche del miércoles se registró una pequeña pero agresiva manifestación en el puerto de la isla para exigir que se impidiera la llegada del barco, pese a que horas antes se había hecho del conocimiento público que ninguna de las personas que se encontraban a bordo suponía peligro alguno de contagio.

La paranoia desatada, la negación a aceptar el informe médico, las expresiones francamente repulsivas de un gran número de ciudadanos y el uso del episodio para el golpeteo político dan cuenta del grave deterioro moral al que se enfrenta el país, un fenómeno más dañino que la temida epidemia.

No queda sino hacer un llamado a evitar que las fobias de toda clase –en cuyo origen emocional y epistemológico se encuentra el temor, y cuyo alimento principal es la ignorancia– priven a la ciudadanía del sentido común y de la elemental solidaridad que constituye la verdadera fortaleza de una sociedad ante las crisis de cualquier tipo.