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American curios

¿Superpotencia bananera?

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Dejen a los testigos hablar, se lee en el cartel de una manifestante afuera del Capitolio, en referencia al juicio político contra Donald Trump.Foto Afp
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rrancó el año electoral en el que está programado el enfrentamiento político tal vez más significativo en un siglo para el futuro de Estados Unidos como una republica semidemocrática constitucional y con implicaciones dramáticas para gran parte del mundo.

¿No es un poco exagerada esta afirmación? Tal vez sí, pero lo que más preocupa es que tal vez no.

Aquí hay un gran enfrentamiento político no sólo entre las instituciones gubernamentales y los partidos, sino también dentro de ellos. Lo que se decidirá es si este juego democrático sobrevive, y de qué manera. Trump marca el final de un experimento neoliberal. Está por verse, por lo menos en el teatro político-electoral, qué sigue.

El actual régimen ha mostrado tal desprecio por el gobierno institucional que el presidente ha atacado repetidamente a altos mandos de las fuerzas armadas, las agencias de inteligencia, las de seguridad pública, y hasta diversas secretarías, generando un deterioro de moral y un éxodo de diplomáticos, analistas y oficiales. Los jefes que se quedan son los que están dispuestos a ser sirvientes incondicionales de este mandatario.

Y hasta éstos se encuentran en apuros, con la constante necesidad de buscar cómo justificar o replantear declaraciones y decisiones presidenciales que los toman por sorpresa. Por ejemplo, este domingo el secretario de Defensa, Mark Esper, se vio obligado a decir que él no había visto la inteligencia mencionada por Trump que demostraba que el general iraní a quien mandó asesinar tenía planes para atacar cuatro embajadas estadunidenses. Hace unos días, los jefes militares tuvieron que afirmar que no cumplirían con órdenes de Trump de bombardear sitios culturales en Irán, ya que eso sería un crimen de guerra.

Por otro lado, algunos leales a la causa derechista expulsados del paraíso del poder han decidido vengarse contra su ex jefe. Por ejemplo, el halcón ultraconservador John Bolton, ex asesor de Seguridad Nacional de Trump, expresó que estaba dispuesto a declarar en el juicio de impeachment del presidente en el Senado si es convocado, algo que su ex jefe ya afirmó que no permitirá.

Pero en general, el Partido Republicano ha decidido subordinarse por completo a Trump. El líder republicano del Senado, Mitch McConnell, anunció públicamente que al proceder el juicio político del presidente, él se coordinará plenamente con la Casa Blanca. Pero según la ley, cada senador está obligado a actuar de manera imparcial en su papel de jurado durante tal juicio, y por lo tanto, los que ya decidieron junto con su líder expresar su lealtad al presidente están violando el juramento que cada uno hizo a la Constitución.

La Constitución ha sido violada de manera tan sistemática y abierta por este régimen en tantos rubros –desde la orden de asesinar a un líder extranjero o meter en jaulas a niños migrantes, hasta actos corruptos de todo tipo al violar el proceso electoral, al elogiar el uso de la tortura, al desafiar fallos judiciales y ordenes legislativas, entre otras– que la vigencia de la Carta Magna nacional está en duda.

Es por eso que candidatos y líderes de oposición de todo tipo gritan todos los días que la república está en peligro con el actual régimen. Señalan que por ello este es el tercer presidente en la historia en ser declarado impeached y ser sujeto a un juicio político.

Según dicen, ésta sigue siendo una democracia electoral (con defectos fundamentales, uno de los cuales llevó a Trump a la presidencia, ya que no hay voto directo para presidente, él ganó con menos votos que su contrincante por las reglas del Colegio Electoral). Pero por primera vez en la historia moderna, y en las tres décadas que algunos llevamos reportando sobre este país, la pregunta es si aún lo será despues de este año.

Nunca antes se habían escuchado aquí especulaciones tan comunes en los llamados países subdesarrollados de que no se puede descartar que Trump decida no respetar el resultado de la elección.

O sea, el país podría ser la primera superpotencia (república) bananera. Esa decisión, por ahora, está en manos del demos estadunidense.