Sociedad y Justicia
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Undécima corrida en la Plaza México

Con exigente encierro, Piedras Negras confirma digna trayectoria
 
Periódico La Jornada
Lunes 6 de enero de 2020, p. 30

El bello rey de astas agudas de nombre Siglo y medio, precioso cierraplaza de pelaje cárdeno claro y muy bien armado que, al igual que sus hermanos cumplió en varas, embistió incansable, sobre todo por el pitón derecho, con nobleza, transmisión y recorrido a capotes, banderilleros y muleta, fue indultado ayer en la undécima corrida de la temporada como grande 2019-2020 en la Plaza México, sumando un lauro más al legendario hierro tlaxcalteca de Piedras Negras, en una de las combinaciones más desalmadas de que se tenga memoria por parte de la nueva empresa. Bueno, comparable al cartel que ofreció el 21 de marzo de 2017.

Con todo, después de un toro bravo ante un torero entregado lo mejor de la fiesta brava son los asistentes a la plaza, incluidos los publicronistas, cada uno con su capacidad de lectura, sus intereses, prejuicios, emociones y complejos. Con sentimientos encontrados, el muy escaso público que asistió pues los oscuros criterios de la nueva empresa al combinar toros y toreros insisten en ignorar la tradición taurina de México y a una afición que ya se hartó, salió del coso con una sensación inequívoca: la emoción de haber vuelto a ver toros bravos, es decir, incómodos, con sentido, peligro notorio y embestidas que exigían muletas más poderosas si se les quería hacer fiestas.

Ante unos 4 mil asistentes donde caben 40 mil, partieron plaza José Luis Angelino (37 años de edad, 19 de alternativa y 10 corridas toreadas el año pasado), Antonio García El Chihuahua (34, 11 de matador y 24 tardes en 2019) y Gerardo Rivera (24 de edad, tres de doctorado y ocho actuaciones en el 19), para lidiar –es un decir– un bien presentado encierro de la ganadería de Piedras Negras, a la que el sistema taurino y los diestros que figuran le hacen el asco hace años, como a otras más cuyas reses en sus potreros añoran mayores niveles de honorabilidad en los metidos a promotores y defensores taurinos.

¿Qué hizo Gerardo Rivera para que Siglo y medio –en honor al 150 aniversario de la fundación de esa ganadería– fuera indultado? Lo que pudo. Sobre todo mostrarse como un torero con hambre de ser y con posibilidades de llegar… si torea más seguido. Torero largo o dominador de los tres tercios, Rivera deslumbró en un quite por cadenciosas chicuelinas a su primero, Don Viliulfo, un preciso par de banderillas al violín y un prometedor inicio con derechazos e incluso algunos naturales muy quieto, pero el toro, mal lidiado por las cuadrillas, se acabó pronto.

Con Siglo y medio, sexto de la tarde, quitó por navarras apuradas y ofreció banderillas a su alternante Angelino, pues García estaba en la enfermería y tras cubrir el tercio con más disposición que lucimiento, este Rivera se dio a torear con la derecha por templadas tandas primero y con más ímpetu que mando después, primero con quietud y luego con movimiento de pies. Pero el astado fue tan bravo y noble, sobre todo por el derecho, que la gente se emocionó con aquella buena casta y pasando por alto el verdor del joven torero empezó a ondear los pañuelos solicitando el indulto, concedido sin más preámbulos, dando Rivera la vuelta con el ganadero Marco Antonio González Villa, para contrariedad de algunos.

José Luis Angelino lo intentó todo pero no le salió casi nada, salvo verónicas y algunas series, y su madurez como torero no correspondió a su desempeño. Desconfiado y diciendo poco dejó ir a su primero y prácticamente sucedió lo mismo con su segundo. Torero de puertos y fronteras, que se decía antes, El Chihuahua tampoco mostró mayor evolución en su tauromaquia y sufrió un golpe en un ojo al estoquear a su segundo.