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El INAH abrirá en Zacatecas un museo para exponer 23 momias halladas en 2009

Se descubrieron en trabajos de rehabilitación del templo de Santo Domingo

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▲ Imagen de una de las momias halladas; se trata de un niño enterrado en un ataúd de madera y vestido como obispo.Foto Alfredo Valadez
Corresponsal
Periódico La Jornada
Lunes 6 de enero de 2020, p. 9

Zacatecas, Zac., El Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) abrirá un nuevo museo en Zacatecas para exhibir las 23 momias que corresponden a personas de la antigua aristocracia local de los siglos XVII al XIX, que fueron recuperadas del subsuelo del templo de Santo Domingo, de esta ciudad, durante la restauración de dicho inmueble, hace una década.

Así lo informó a La Jornada Carlos Augusto Torres Pérez, delegado del INAH en Zacatecas, quien señaló que esas momias se encuentran bajo resguardo de la dirección de antropología física de ese organismo, en la Ciudad de México.

Las 23 momias, indicó el funcionario federal, ya fueron investigadas y restauradas; incluso, recientemente formaron parte de una exposición nacional en el Museo del Carmen, en la capital del país, denominada Momias, ilusiones de vida eterna. Más de 50 por ciento de las momias de dicha exposición correspondían al grupo de las exhumadas del templo de Santo Domingo en Zacatecas.

Ahora, en un proyecto conjunto del INAH con el Ayuntamiento de Zacatecas, señaló Torres Pérez, se buscará, primero, abrir una exposición temporal en la capital zacatecana, pero la idea es localizar un inmueble adecuado para abrir un museo permanente.

A principios de diciembre de 2009, en un hallazgo considerado extraordinario, antropólogos de la Universidad Autónoma de Zacatecas descubrieron 37 momias de adultos y niños enterradas en catacumbas y el subsuelo del templo de Santo Domingo, inmueble erigido en el siglo XVII, el cual estaba sujeto a una remodelación integral por el INAH y el gobierno estatal.

Entonces se informó que los restos humanos más antiguos eran del siglo XVII, de 1689 concretamente, de acuerdo con la inscripción en el ataúd de madera de uno de los cuerpos momificados que estaba vestido con un atuendo de fraile jesuita. Los restos más recientes eran de la época porfiriana, de 1890.

Como parte de un programa de rescate de los inmuebles que son patrimonio cultural de la humanidad se contempló inicialmente la sustitución total del piso de madera del templo, que estaba muy dañado, así como la limpieza de dos de los ocho principales retablos del sitio, tallados en madera y recubiertos con chapa de oro.

Unas semanas después de iniciados los trabajos se detectó que el inmueble presentaba serias fallas estructurales en muros y pilares, debido a una falla geológica que cruza por el lugar y por lo antiguo del inmueble, lo que hacía urgente la rehabilitación total de cimientos y algunos muros.

Fue durante esas excavaciones que los albañiles e ingenieros detectaron lo que parecían ser ataúdes y mortajas al pie de cada una de las ocho columnas principales de la nave central de la iglesia. Algunos estaban a escasos 30 centímetros de profundidad, otros hasta a cuatro metros de profundidad.

Tras una reunión urgente con los especialistas del INAH, de la Secretaría de Obras Públicas y de la Secretaría de Turismo del gobierno del estado, así como de representantes de la diócesis de Zacatecas, se determinó no continuar los trabajos de ingeniería civil en el inmueble, sin dar antes atención al hallazgo antropológico en el sitio.

Se pidió entonces la intervención de seis integrantes de la Unidad Académica de Antropología de la UAZ, quienes comenzaron a trabajar sobre los restos de nueve personas. Luego el hallazgo subió a 16 osamentas hasta llegar a contabilizarse los restos de 37 personas perfectamente momificadas.

Debajo del púlpito, durante unos trabajos de cimentación, se descubrió una cripta subterránea, con un féretro y un acceso por escaleras. De acuerdo con la inscripción en la cripta sabemos que se trata del corregidor Diego Joseph Medrano, quien vivió en el siglo XVIII. En la fosa se lee: sepultado el 10 de marzo de 1798.

También llamó la atención de los especialistas un niño de entre seis y nueve años de edad que fue enterrado dentro de un ataúd de madera, vestido como obispo y con un ramo de flores entre sus manos. Se ignora su nombre y de quién era hijo, aunque se presume que la mayor parte de los sepultados en el lugar pertenecían a la aristocracia española y criolla de Zacatecas.

Finalmente, Torres Pérez, delegado del INAH en Zacatecas, informó que se optó por trasladar a 23 momias –las mejor conservadas– a la dirección de antropología física de ese organismo, en la Ciudad de México. Las otras 14 volvieron a inhumarse en el subsuelo del templo de Santo Domingo, que a la fecha sigue operando como iglesia católica.