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No sólo de pan...

De no firmar por el Otro

S

oy antropóloga de formación e indigenista de corazón (ojo: no indianista). Me he dedicado los pasados 20 años a la investigación etnohistórica sobre la alimentación en todos los pueblos del mundo; hace ocho años que aprovecho este generoso espacio para hablar de este tema y me enorgullezco de tener algunos lectores que se identifican con mis textos. Por ende, nada más lejos de mí que cuestionar el papel de nuestros pueblos originarios en la protección de la Madre Tierra, en su capacidad productiva basada en una sabiduría y práctica milenarias, afirmando con total certeza que sólo con el concurso y ejemplo de ellos, México puede alcanzar la autosuficiencia y soberanía alimentarias. Aunque si, y sólo si, se les permite aplicar sus conocimientos y experiencia, en vez de imponérseles una tecnología de monocultivo basada en químicos y sustitución de la mano humana por la mecanización.

Para la redacción de mi tesis de doctorado viví más de un año en el municipio de Santiago Laxopa, distrito de Ixtlán, Sierra Norte de Juárez, estado de Oaxaca, y realicé un documental con el apoyo técnico del Instituto Nacional Indigenista, en el que resalta la opinión de cien por ciento de la población sobre la palabra indios, con la que no se identifican, aceptando en cambio ser llamados indígenas o por su gentilicio en lengua zapoteca. Hoy, 80 por ciento de los hombres de todas las edades han emigrado y, por si fuera poco, los expulsados de Estados Unidos desde la frontera son armados y conminados a inocular en sus comunidades plantíos de opiáceos y terror. Desgraciadamente, la represión gubernamental, los intereses neoliberales y la falta de comunicaciones no permitieron que la intelligenzia zapatista los vacunara a tiempo para defenderse y defender su territorio, ya de por sí entonces monopolio del cacique en la distribución del excedente de aguacates, granaditas, semillas.

Preocupa que los honestos, pero equivocados, opositores a los programas del Istmo de Tehuantepec y el Tren Maya esgriman argumentos válidos mezclados con absurdos. Pues esta mescolanza en el razonamiento le hace perder fuerza y certeza. Porque, ¿quién dijo que los pueblos prefieren mantenerse al margen material del desarrollo de su entorno para “‘poder conservar sus valores e identidad”? No, lo que nuestros connacionales indígenas y sus herederos campesinos desean es capital y medios de producción (ellos tienen la mano de obra) para preservar sus valores e identidad indisolubles de un territorio respetado legal y legítimamente por el gobierno y los nuevos invasores del neoliberalismo. Lo que pedimos quienes los conocemos es respeto a sus sistemas de autogobierno y autogestión sobre las obras de infraestructura que inevitablemente los aproximarán al complejo nacional que terminará por comprenderlos. Porque los pueblos originarios no son ciegos y no creen en la fatalidad de un destino impuesto desde hace siglos, hoy pueden demandar respeto a su derecho de propiedad ancestral, no para aislarse, sino para autogobernarse y decidir si quieren o no ser obreros y servidumbre, prostitución y mulas de la droga, depósitos de basura y blanco de discriminación en sus propias casas, convertidas en desarrollos turísticos. O prefieren manejar sus propios recursos, con la ética que los ha preservado hasta ahora de las peores desgracias. Por ejemplo, con un turismo autogestivo y controlado ejemplar.