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Me viene un modo de tristeza
D

e todas las escritoras mexicanas, la más libre es Rosa Nissan, quien nació dentro de una armadura de prejuicios y prohibiciones. “Para mí –dice María Esther Núñez, también escritora y su gran amiga–, su cualidad más importante es la libertad con la que vive.”

Rosa nos ha dado muchas lecciones. Una mañana sin más rompió mi rutina de trabajo y exclamó: Vámonos al Desierto de los Leones. Y sin más, su automóvil –que parece carromato de gitana– tomó la dirección del desierto. Lo estacionó, echamos a caminar bajo los árboles, entramos al convento y ya dentro de sus gruesas paredes me ordenó: Ahora, Ele, grita: Soy joven, soy bella, soy chingona. ¿Cómo crees, Rosa? Tú puedes, abre la boca, te van a oír los árboles.

Ese grito que surgió de sus pulmones hace años no ha dejado de recorrer desiertos, lagos, playas del Caribe, Francia, Italia, Israel, Palestina. Desde su primer libro, Novia que te vea, Rosa liberó de leyes y prejuicios a muchos de sus seguidores de la colonia judía y la no judía, y enseñó a sus oyentes a quitarse tantas telarañas en ojos y oídos. Sus conferencias son únicas porque Rosa es absolutamente única. A lo largo de los años he visto a Rosa salvarnos a todas, ponernos a bailar, aconsejar: Suéltate el pelo, escoger lecturas, dirigir talleres y publicar novelas y cuentos, a partir del gran reconocimiento a su novela Novia que te vea. Todavía hoy su obra Los viajes de mi cuerpo causa sensación.

Como recuerda María Esther Núñez, ir a un café con Rosa Nissan es correr varios riesgos. Si un mesero le dice que no tiene leche de soya, Rosa protesta airada: ¿Cómo que no tienen leche de soya? y ordena: A ver, chulo, (o chulito) aquí a dos cuadras está Superama, ve y tráeme leche de soya.

Después de años de asistir a diversos talleres, el de Agustín Cadena, el de Juan Villoro, el de Tatiana Espinasa, el de Hugo Hiriart, el de Rosa Beltrán, el de Agustín Ramos, el de Raúl Ortiz y Ortiz, Rosa, maestra consumada, imparte sus propios talleres. Asistí una tarde al de Autobiografía, en la Casa del Libro, e impresionó la excelencia de su clase, preparada a fondo con transparencias y libros de autores que los alumnos debían consultar. En otra ocasión, escuché una de sus conferencias en la sala Manuel M. Ponce y descubrí a una actriz de primer orden. La vi subir al escenario, tomarse su tiempo, quitarse suéteres y chales, acomodar bolsas de papeles. El ritual duró de ocho o 10 minutos y todos esperamos en suspense hasta que Rosa, conferencista, empezó a improvisar con una voz lenta y muy fuerte y una seguridad que me hizo pensar: ¡Cuánto ha crecido! ¡Cuánto camino ha recorrido esta extraordinaria mujer!

María Esther Núñez recuerda el video que acompañó una de sus novelas Three Beautiful Ladies en el que Rosa sale volando subida en la alfombra de Aladino frente a un Bellas Artes atascado de admiradores que la ovacionan como si fuera Marilyn Monroe.

El aplomo de Rosa Nissan se lo da su obra y su vida, o mejor dicho su vida-obra, porque se construyó a sí misma a medida que publicaba sus novelas hechas (si se me permite el lugar común) con sangre y lágrimas. El más atrevido es Los viajes de mi cuerpo que no habría podido darse sin su primera novela Novia que te vea que le abrió la puerta a esa catarata de sensaciones y descubrimientos. El cuerpo del hombre, el de nuestra naturaleza, el del encuentro con su sensualidad, todo arde en sus páginas.

Su fe en sí misma la hizo atravesar precipicios, desafiar tormentas y ahora se encuentra en la mejor etapa de su vida porque ha llegado a ser lo que soñaba: una rosa o un campo de mil rosas de distintos colores que reúne a partir de los muchos momentos y los muchos accidentes de su paso sobre la Tierra.

Gracias a la vida que amamos tanto, los últimos años de la vida de Rosa son de recompensa. Ahora sabe que la gente la quiere, tiene un público femenino cautivo y se gusta a sí misma. ¿Se puede pedir algo más?

Es imposible pensar en la colonia Condesa sin Rosa Nissan; todos sus habitantes la reconocen cuando la ven caminar en la calle, en el café, en el parque. Cuando se enfermó gravemente en 2019, María Esther Núñez se dijo a sí misma: Es que si Rosita se muere, yo no voy a regresar a la Condesa, nunca. Rosita ES la Condesa, debería ser la cronista de la Condesa, porque en su escritura nos revela un mundo insospechado, el suyo y de su hijo Elías, a quien le dice serpientito, un repartidor de bienes que, al igual que su madre, siempre trae la mecha prendida.

Me viene un modo de tristeza es su novela más reciente. Tremendamente inquieta, Rosa ha recurrido a la musicoterapia, a los masajes, a la aromaterapia, al yoga, al sicoanálisis personal y de grupo y a otras terapias cuyos nombres se me van y a ella la tranquilizan. Recuerdo especialmente sus estancias en la nieve del Popocatépetl, en el que, en medio de desconocidos, era indispensable desvestirse y volverse uno con la naturaleza. No me espanta tanto la desnudez como la amenaza del frío.

Así como su hijo Elías escribió ya cuatro libros de interpretación de la Biblia, Rosa ha publicado Novia que te vea (1992), Hisho que te nazca (2006), Las tierras prometidas, No sólo para dormir es la noche (1999) y Los viajes de mi cuerpo (1999), que enriquecen el corpus de la literatura mexicana que ahora corona con Se me viene un modo de tristeza, destinado a quitarnos toda tristeza.