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Toros
Afinada tauromaquia de El Payo y pundonor de Paco Ureña
 
Periódico La Jornada
Lunes 9 de diciembre de 2019, p. a41

En la sexta corrida de la temporada en la Plaza México se anunciaron toros de Xajay para Sebastián Castella, Paco Ureña, Octavio García El Payo y André Lagravere El Galo, que confirmó la alternativa, en otra desalmada tarde de cuatro toreros y ocho toros que, para no variar, resultaron deslucidos y sosos en general, recargando apenas en el puyazo, aguantando varias tandas de muletazos pero transmitiendo apenas la bravura que emociona. Una vez más, caldo de pollo sin pollo. Lo bueno es que el escaso público estuvo de dulce, aplaudiendo y coreando todo, con ganas de desquitar lo pagado más que de exigir lo debido.

Melenudo y correcto, al francés Castella (37 años de edad, 19 de alternativa y 40 corridas este año) se le nota frío y laborioso, consciente de haber llegado a su nivel de incompetencia sin haber podido alcanzar mayor sello. Su primero fue de los astados que permiten el toreo de salón y Sebastián dio derechazos a placer sin lograr convencer, pues el mejor aliado de los buenos toreros es la bravura, no la docilidad. Se alcanzó la puntada de arrojar muleta y ayudado en un desplante pueblerino, no logró someter por el izquierdo, dejó un pinchazo hondo y escuchó un aviso. A su segundo quería que lo pasaran con dos pares, pero no fue escuchado.

El español Paco Ureña (37 años, 13 de alternativa y 29 tardes esta temporada) trae el pundonor en los alamares. Delante del toro no se acuerda de que el año pasado perdió el ojo izquierdo en Albacete a consecuencia de un pitonazo. Brindó a Arturo Macías El Cejas y sin preámbulos se puso allí, donde embarcó la deslucida embestida en series por ambos lados. Dejó un estoconazo que hizo rodar sin puntilla y lo que debió ser por lo menos una vuelta quedó en mezquina salida al tercio. Igual o más entregado estuvo con su segundo, probón y con sentido, al que arrancó muletazos imposibles, metiendo en su mandona muleta al toro y al público. Mal con la espada, le sonaron dos avisos.

Seguro, plantado y con gusto, Octavio García El Payo (30, 11 y 21 corridas) sigue evolucionando y con su lote realizó lo más estético e inspirado de la tarde: verónicas templadas y medias de gran belleza y faenas con sentimiento y hondura, adornos y remates pintureros. Ha afinado su sello, no así su espada, por lo que perdió sendas orejas que ya tenía ganadas.

A El Galo le vino grande la Plaza México tras la reciente alternativa en su natal Mérida, luego de una campaña novilleril que no justificó su inclusión en el cartel de ayer, pero ya se sabe que también en los toros influencias matan criterio. Literalmente se llevó los toros más dóciles del encierro y pudiendo haber salido a hombros, sólo pudo darse una vuelta por su cuenta. A su primero lo banderilleó a las atinadas y le dio minitandas sin ajustarse, todo con mucho pico y poca expresión, sin que se notara entrega ni hambre de ser. Y con su segundo, justo de presencia, quitó por navarras lejanas, atinó en los dos primeros cuarteos y dejó un tercer par en el morrillo, no en la cruz. Ante una embestida clara y repetidora volvió a las andadas de tres muletazos y el escuadrado de pecho, dejando ir una oportunidad de oro. Cobró una estocada traserísima y no obstante que algunos despistados solicitaron la oreja, el juez Enrique Braun acertadamente la negó, pues la faena careció de estructura y la estocada fue de pena ajena. Aunque con frecuencia lo esté, la autoridad no debe ponerse al servicio de los villamilenials.