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Pink Floyd 1987-2019 El sonido del relámpago
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▲ David Gilmour, en la capital argentina, en 2015.Foto Creative Commons CCO
 
Periódico La Jornada
Sábado 7 de diciembre de 2019, p. a12

La noticia: nuevo disco de Pink Floyd habemus.

Nuevo, sí. Recién salido del hornazo, digo del horno: la música de Pink Floyd es un afrodisíaco y un alucinógeno al mismo tiempo. (Alguna vez al autor del Disquero le ofrecieron devotamente un pase de chubi mientras sonaba un disco de Pink Floyd y respondió con un verso de Jimi Hendrix: ‘‘excuse me while I kiss the sky”, en señal de no gracias, ya con la puritita música estoy viajando.)

Forjar el nuevo disco de Pink Floyd, digo escuchar el nuevo disco del para muchos el mejor grupo de rock en la historia, es un viaje mágico y placentero.

Pink Floyd. The Later Years 1987-2019.

La datación última resulta relevante: 2019.

Hacer música, definieron cuatro jóvenes estudiantes de arquitectura en 1965, constituye una poética cuyos componentes son: en primer lugar la poesía, desde luego, pero también las herramientas tecnológicas al alcance.

Si esta antología indica 1987-2019 es porque en este año, 2019, Pink Floyd sigue haciendo música.

Sentarse atrás de la consola multicanal es un acto creativo. Las primeras imágenes (como las de Neil Armstrong en su caso) corresponden a Los Beatles: muy concentrados en el estudio de grabación en torno a los controles de sonido: una consola multicanal cuyo Leonardo da Vinci fue George Martin, ese genio que mereció, por ese trabajo creativo, el mote y mito de Quinto Beatle.

De ahí en adelante se convirtió en una manera de ver y escuchar el mundo. El otro genio de la consola de grabación es el maestro alemán Manfred Eicher, creador de la disquera alemana ECM, el máximo sello a la fecha. Lo hizo con otro héroe anónimo: Jan Erik Kongshaug, por cierto fallecido hace apenas unos días, el 12 de noviembre, y el Disquero le rinde homenaje. ‘‘Juntos aprendimos a esculpir sonidos”, dijo a manera de treno o himno fúnebre Manfred Eicher a la hora de la muerte de su amigo.

Y ya que estamos en esas, también rendimos homenaje a otro constructor de ideas sonoras: Geoff Emerick, el sexto Beatle, quien murió el 2 de octubre y no se olvida.

El término ‘‘ingeniero de sonido” se convirtió, con ellos, en artista, creador emérito. El arte de colocar estratégicamente cada micrófono, cada instrumento para cazar sonidos y construir monumentos invisibles, se convirtió en una nueva manera de poesía. Por cierto, las primeras incursiones de Manfred Eicher (alemán) y Jan Erik Kongshaugh (danés) consistieron en grabar poesía de Yorgos Seferis, Friedrich Hölderin T. S. Eliot.

Y todo esto cobra sentido porque gracias a ese arte, al arte de escuchar para que los demás puedan escuchar mejor, tenemos nuevo disco de Pink Floyd.

Los ‘‘ingenieros de sonido” son en realidad músicos y trabajan con músicos. Hablan el mismo idioma.

Desde su nacimiento, Pink Floyd creó una nueva manera de escuchar.

Cuando grababan sus discos, pensaban en nosotros, los escuchas, con la intención de convertirnos en músicos, como ellos, es decir: que habláramos el mismo idioma.

El arte de escuchar.

¿Qué diría Freud?

Se sentaría en el diván y nos contaría el chiste y su relación con el inconsciente, nos develaría el tótem y el tabú (sin albur), nos interpretaría los sueños anticipándose elegantemente a Madame Sasú sin ser vidente. Nos contaría la vie en rose como lo hacía en paralelo la chaparrita giganta Edith Piaff. Pinky Freud.

Pink Floyd suena monumental en los altavoces porque su nuevo disco, así queden solamente dos de los cuatro que eran: David Gilmour y Nick Mason, se pusieron detrás de la consola multicanal y dirigieron la remasterización de materiales pretéritos.

El disco Pink Floyd The Later Years 1987-2019 glosa la era post Waters.

Cierto, volvimos a comprar el mismo disco. Nein, refutaría Heráclito, pues uno no se baña dos veces en el mismo multicanal ni reflexiona fuera de la bacinica, como decían Les Luthiers. Escuchamos piezas pretéritas que suenan nuevas porque son materiales remasterizados.

En la caja con 18 discos (no la vamos a comprar, cuesta mucho varo, para eso tenemos Spotify), vienen esos materiales regrabados en las últimas técnicas posibles: blue-ray disc 5.1 sorround, high resolution. O sea: bien sepsi.

En el disco que hoy recomendamos con fruición viene una docena de manjares, a manera de compendio, resumen, sinopsis de la conmemoración de la caja de 18 discos.

Comienza con una versión en vivo de 1990 del clásico Shine on you crazy diamond, parts 1-5 y al escucharla en esta nueva dimensión sónica, confirmamos lo que hemos escrito en reseñas de los discos anteriores de, obvio el grupo favorito del Disquero: Pink Floyd, que esta música está a la altura de los compositores que también construyeron una nueva manera de mirar y oír el mundo, entre ellos y en específico: György Ligeti, el húngaro, y Karlkeinz Stockhausen, el alemán. El primero, al igual que Olivier Messiaen, autor de música sinestésica.

¿Quién no ha escuchado colores mientras ve la música de Pink Floyd? ¿Quién no ha disfrutado a mares esas auroras boreales, esos tonos rosa, intensamente rosa, esos resplandores azules, olores lapislázuli?

El nuevo disco de Pink Floyd comprende tres álbumes de Pink Floyd sin Rogelio Aguas: A momentary lapse ofreason, de 1987; The Division Bell, del 94; y Endless River, de hace cinco años. Uno de los 18 discos revive Delicate Soud of Thunder, de 1988, en sonido sorround. Además de muchas piezas inéditas, documentales, tramos de filmes y muchas, muchas monerías celebratorias.

El cuarteto Pink Floyd devino trío y ahora es dúo. Salieron sucesivamente Roger Waters en 1985 pero definitivamente en 87, por eso el disco se titula así: 1987-2019, y luego murió, en 2008, Rick Wright. Quedan David Gilmour y Nick Mason y a ellos dos debemos la edición de este disco que hoy nos maravilla, nos asombra, nos enamora como la primera vez y nos pone la piel chinita, como nunca.

Nos envuelve en el delicado sonido del relámpago: el delicado arte de escuchar.

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