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Economía moral

Para leer a López Obrador: la economía moral de los campesinos

J

ames C. Scott ( The moral economy of the peasant. Rebellion and subsistence in South East Asia, Yale University Press, 1976) parte de un hecho fundamental en la vida campesina, que plantea con la metáfora de R. H. Tawney: la posición de la población rural es la de un hombre parado con el agua al cuello permanentemente, de tal manera que basta una ola pequeña para ahogarlo ( Land and Labour in China, Beacon Press, Boston, 1966). El temor a la insuficiencia de alimentos ha dado lugar, en la mayoría de las sociedades campesinas precapitalistas, sostiene Scott, a una ética de subsistencia. Aunque la cantidad de arroz que un campesino podía producir estaba en parte en manos del destino, la tradición local de variedades de semillas, técnicas de cultivo y manejo del tiempo, fueron diseñadas a través de siglos de prueba y error para producir los rendimientos más confiables y estables posibles dadas las circunstancias (p. 2). Muchos mecanismos sociales también estaban orientados, en estas sociedades, a limar las olas pequeñas que pueden ahogar a un hombre: patrones de reciprocidad, generosidad forzada, tierras comunales, y otras, estaban destinadas a suavizar las inevitables simas en los recursos familiares, lo que de otra manera arrojaría a la familia por debajo de la subsistencia (p. 3). En la base de las rebeliones campesinas que Scott analiza en el sudeste de Asia está una furia y una indignación que lleva a los campesinos a levantarse en protesta. Si entendemos estos sentimientos, dice Scott, entenderemos lo que he llamado su economía moral: su noción de la justicia económica y su definición operacional de explotación, su visión de cuáles exacciones externas sobre su producto eran tolerables y cuáles intolerables. Los modestos mecanismos redistributivos existentes en esas sociedades, proveen un seguro de subsistencia mínima para los habitantes. Scott dice que Karl Polanyi ( La Gran Transformación) sostuvo, sobre la base de evidencia histórica y antropológica, que tales prácticas eran casi universales en las sociedades tradicionales y servían para diferenciarlas de la economía de mercado moderna. Cita la conclusión de Polanyi: “ Es la ausencia de la amenaza de muerte individual por hambre lo que hace que la sociedad primitiva sea, en un sentido, más humana que la economía de mercado, y también menos económica” (p.5) La seguridad estructuraba también las relaciones con las élites externas. Se trataba, con éstas, de lograr un equilibrio entre transferencias de excedentes campesinos y la provisión de seguridad mínima para el cultivador. Dice Scott:

“La ética de la subsistencia, entonces, está enraizada en las prácticas económicas y de intercambio de la sociedad campesina. Como principio moral, como derecho a la subsistencia, creo que puedo mostrar que constituye el estándar contra el cual las demandas de latifundistas y del Estado sobre el excedente, son evaluadas. La cuestión esencial es quién estabiliza su ingreso a costa de quién. Puesto que el arrendatario prefiere minimizar la probabilidad de un desastre y no maximizar su ingreso promedio, la estabilidad y seguridad de su ingreso de subsistencia es el factor determinante de su evaluación del sistema de tenencia, más que su ingreso promedio o el monto de la cosecha apropiado por el terrateniente. Un sistema de tenencia que provea al arrendatario con un ingreso mínimo garantizado es probable que sea percibido como menos explotador que uno que, aunque le quite menos en promedio, no considere sus necesidades como consumidor como fundamentales… La prueba para el campesino es más probable que sea ‘¿cuánto me queda?’ que ‘¿cuánto me quitan?’” (p. 7)

La imposición del sistema del capitalismo del Atlántico norte habría minado el sistema de seguridad preexistente y violado la economía moral de la ética de subsistencia. Habría significado la transformación de la tierra y del trabajo en mercancías para la venta. Los campesinos perdieron derechos de usufructo gratuitos y se convirtieron en arrendatarios o en trabajadores asalariados. El valor de lo producido era crecientemente arrebatado por las fluctuaciones de un mercado impersonal. Se trataba de una reedición local de la acumulación originaria de capital: la producción de fuerza de trabajo asalariada por la expropiación de su acceso a medios de producción y la eliminación de todas las garantías de subsistencia provistas por el orden feudal anterior. La nueva clase de implacables terratenientes hacían exigencias sobre las cosechas sin tomar en cuenta las necesidades de los arrendatarios. Los campesinos resistían como mejor podían y cuando las circunstancias eran favorables se rebelaban (pp. 7-8). El problema para los campesinos durante la transformación capitalista del tercer mundo, es el de obtener un ingreso mínimo.

Las protestas y levantamientos campesinos reflejaban esta inseguridad. Dos temas prevalecían en ellas. En primer lugar, las exigencias que sobre los ingresos campesinos hacían los terratenientes, prestamistas o el Estado eran consideradas ilegítimas cuando infringían lo que era considerado como el mínimo nivel de subsistencia culturalmente definido. En segundo lugar, el producto de la tierra debería ser distribuido de tal forma que garantizase a todos un nicho de subsistencia. Se apelaba, para ambas cosas, al pasado, a las prácticas tradicionales.

No he encontrado una edición en español del libro citado de James C. Scott, aunque en unas páginas digitales he encontrado algunos extractos. Después escribió otros libros con temática asociada (pero dejó de usar el término economía moral), como Weapons of the Weak. Everyday Forms of Peasant Resistance ( Armas de los débiles. Formas cotidianas de resistencia campesina, que no he encontrado en español) y Los dominados y el arte de la resistencia, Era, México, 2000. Por su parte, los escritos principales de E. P. Thompson, cuyo análisis de la economía moral de los pobres urbanos en el siglo XVIII, abordé en la entrega del 22/11/19, pueden verse, en español en “La economía ‘moral’ de la multitud en la Inglaterra del siglo XVIII” , en el volumen Edward Palmer Thompson. Obra esencial (Crítica, Barcelona, 2002, pp. 363-433) o bien en la versión en español de Customs in Common ( Costumbres en común, Crítica, Barcelona, 1995, capítulo 4). Este texto es la reproducción del artículo publicado en 1971 en la revista Past and Present. Además, en el capítulo 5, The Moral Economy Reviewed, de este libro, E.P. Thompson vuelve al tema de la economía moral y comenta algunas críticas que se hicieron al artículo citado, así como algunos de los desarrollos del concepto de economía moral, incluyendo el de James C. Scott.

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