Cultura
Ver día anteriorDomingo 24 de noviembre de 2019Ver día siguienteEdiciones anteriores
Servicio Sindicado RSS
Dixio
Oikión: el papel femenino en la formación de la izquierda mexicana del siglo XX, al margen de los grandes hitos
Foto
▲ Consuelo Uranga, La Roja, militante comunista y luchadora social por los derechos de las mujeres.Foto archivo
 
Periódico La Jornada
Domingo 24 de noviembre de 2019, p. 3

La participación femenina en la formación de la izquierda mexicana del siglo XX es una historia aún por ser estudiada y contada, según la historiadora Verónica Oikión.

La especialista dictó el viernes la ponencia Un puñado de mujeres por la revolución mundial: la génesis del feminismo rojo, como parte del coloquio El Partido Comunista y la izquierda en México: cien años, que concluyó ese día.

Organizado por el Instituto Nacional de Estudios Históricos de las Revoluciones de México (Inehrm), dicho encuentro es parte de las conmemoraciones del centenario del Partido Comunista Mexicano (PCM).

Verónica Oikión destacó la participación y la acción colectiva femenil, aunque marginal, en la etapa primigenia de aquel instituto político.

Aseguró que esa historia ha quedado al margen de los grandes hitos de la formación de la izquierda en el siglo XX y que son contados los autores que se han acercado a reconstruir la dimensión relevante de un puñado de mujeres comunistas de las que se conoce muy poco o de plano nada.

Ellas pusieron en marcha el primer proyecto feminista que, contra todo pronóstico, dio cauce a una coyuntura muy lúcida y atrevida que rompió barreras sociales y políticas, al configurar la insólita vanguardia del feminismo rojo en la historia posrevolucionaria mexicana, aseguró.

De ellas no se habla ni en los testimonios ni en la historiografía académica, sobre todo porque prevalece una mirada varonil hegemónica y, por tanto, han estado invisibilizadas durante un siglo.

La historiadora refirió que entre finales de 1919 y los dos primeros años de la década de los años 20 un grupo de mujeres mexicanas y dos extranjeras residentes en el país crearon el Consejo Feminista Mexicano. Ellas fueron Elena Torres, Estela Carrasco y Refugio García, así como Evelyne Trend y Thorberg Brundin.

Todas, dijo, compartían nuevas propuestas para elevar el nivel de vida de las trabajadoras luego de su experiencia y acercamiento con los grupos obreros de origen anarcosindicalista asimilados al carrancismo.

Y, aunque se estipuló en su sesión constitutiva que la agrupación no tenía más que finalidades económicas y sociales, excluyéndose la política, sólo unos días después se adhirió al PCM cuando éste se constituyó, lo que resulta contradictorio, pero muy comprensible, porque algunas de sus integrantes provenían de la tendencia radical carrancista y estaban inmersas en ese ambiente de izquierda en el que circulaban ideas socialistas, lo que las llevaba por el camino del ámbito político, aunque no lo reconocieran de manera explícita, además de establecer relaciones sociales y hasta del orden personal y de tragedia con miembros de núcleo comunista fundador.

Refirió que la declaración de principios del Consejo Feminista Mexicano se dio a conocer el 24 de noviembre de 1919, la misma fecha en la que se fundó el PCM, lo que a su decir confirma que había una estrecha relación entre ambos organismos.

Sostuvo que en los hechos el PCM careció de una estrategia partidista para el fortalecimiento y el arraigo de las tareas de ese consejo entre la población femenina y tampoco tuvo interés en la transformación de esa instancia en su sección femenil.

Ese puñado de mujeres mexicanas por la revolución mundial, fundadoras del Consejo Feminista Mexicano, fueron innovadoras al intentar construir una sociedad vigilante de la equidad social, destacó.

De igual manera, fueron valientes al declarar que su propósito era propagar la posibilidad real de la emancipación femenina desde la perspectiva de clase. Y este sería uno de los principales objetivos al cual encauzarían su activismo político y social.

Verónica Oikión subrayó que el consejo cuestionó tácita y restringidamente la división ancestral de los papeles de género y planteó, aunque fuese de manera implícita, la permanente pero accidentada relación de las mujeres con el nuevo Estado posrevolucionario configurando por un orden social masculino.