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Blade Runner 2019: la rebelión replicante
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undamental obra de la ciencia ficción, Blade Runner (1982) es comúnmente abordada desde el tema medioambiental y la tecnología. Sin embargo, la película de Ridley Scott ofrece lecturas críticas más potentes. La autonomía de los artefactos producidos, la administración de la vida desde el poder y, especialmente, las posibilidades de rebelión superan en ella la adivinación futurista

La película, basada en la novela ¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas? del escritor estadunidense Philip K. Dick, se puso de moda de nuevo al cumplirse la fecha durante la cual se localiza la trama futurista: noviembre de 2019, mes en el que, como marco para mirar, una serie de insurrecciones recorren el mundo.

Blade Runner relata una cacería (llamada con el eufemismo retiro) de replicantes, androides creados por la corporación Tyrell con cuerpo humano y recuerdos falsos insertos en el cerebro.

Con guiños al Cine Noir de los 30, la cacería se desarrolla en los interculturales bajos fondos de la megápolis losangelina, cuya barroca atmósfera oscura contrasta con el dorado y piramidal edificio de Tyrell, empresa de diseño y administración de la vida (Biopolítica).

En La guerra de las imágenes: De Cristóbal Colón a Blade Runner. (1492-2019), el historiador francés Serge Gruzinski dice que la esencia de Blade Runner se encuentra en la metrópoli como confusión de razas y lenguas: lo barroco colonial. Gruzinski inserta al filme para leer a contrapelo de las imágenes del barroco creadas por el Occidente colonizador en México: se persigue a los replicantes, arguyendo la inhumanidad de eso esclavos androides, como cinco siglos antes los conquistadores sometieron y masacraron a los indios sosteniendo que éstos no tenían alma.

Sin embargo, es en este Los Ángeles como empalme de un barroco futurista donde se pueden esconder los androides-esclavos insurrectos. Es ahí donde se da la posibilidad de un cambio de mundo.

El teórico y crítico literario marxista Joseba Buj es todavía más radical que Gruzinski. En su ensayo Mínima marginalia del libro Cartografía del desencuentro reconoce en el replicante un artefacto cultural que tiene la posibilidad para generar después su propia autonomía: si la imagen Virgen de Guadalupe, implantación del imaginario colonial por excelencia, aparece siglos después en el estandarte del cura Hidalgo, el replicante, creado por el capital como esclavo, destinado a habitar los bordes del cosmos para producir y ser desechado, puede rebelarse contra su código, su papel, y salir a rebelarse contra su creador.

En esta lectura, la categoría migrante sería una réplica: productos de las guerras en los bordes exteriores del mundo conocido; réplicas que llegan por millares a tocar con fuerza en las puertas del Occidente que las produce. También sería una réplica la categoría indio (al igual que mestizo); el indio que, como palabra interpuesta desde la colonización, aglutina a miles de personas administradas y desplazadas por siglos, negadas de alma, igual que los androides. Una réplica hoy insurrecta que bajo el nombre maya, mapuche, aimara. Es hoy, en la constelación de la categoría indígena, que se gestan los levantamientos de emancipación americana de este noviembre de 2019.

Después de arrancar los ojos a su creador, el replicante Roy Batty (interpretado por el recientemente fallecido Rutger Hauer) invierte los roles fílmicos y pregunta a su perseguidor, el detective Deckard: ¿no eras tú el bueno. En la pelea final, el androide aúlla y deviene animal. Es capaz de desnudarse del rol social interpuesto y estar más cerca de la vida que el propio detective.

Invertidos los papeles, el replicante (esclavo insurrecto-Espartaco) vence, se transforma en divinidad para después morir pronunciando uno de los monólogos más citados del cine: he visto estrellas brillar en la noche con mil colores. Todos esos momentos se perderán en el tiempo, igual que el llanto en la lluvia.

Blade Runner tiene al menos cinco versiones. Curiosamente, todas son réplicas. La versión que más gusta a Ridley Scott pareciera sugerir: al final, todos podríamos ser replicantes. De vuelta a la nocturna ciudad barroca, en un noviembre de 2019, estamos ante la hora de la rebelión.

*Cronista